Yo: José Luis Ruffo, varón, heterosexual, marido y padre de dos hijas, expongo a continuación las razones por las que creo que las mujeres deberían seguir la huelga de mañana:
- Por los problemas laborales: brecha salarial, situaciones de acoso, preguntas sobre la vida privada en entrevistas laborales...
- Por los continuos casos de violencia física y psicológica.
- Por una sociedad patriarcal que, pese a mínimos cambios, no evoluciona ni en la dirección ni a la velocidad necesaria para los tiempos que corren.
Seguramente habrá muchas más pero si alguno de vosotros o vosotras piensa que no son suficientes, si yo fuese mujer sólo con escuchar los distintos comentarios que ha hecho algún que otro retrógrado o peor aún, retrógrada, en los últimos días, me plantaba en la Puerta del Sol a lo 15M.
Pero si me permitís, expongo en las siguientes líneas la razón por la que como hombre YO me veo en la obligación de apoyar el paro de mañana. Toda mi exposición se basaría en una sola frase: “Porque reivindico un mundo igualitario, una sociedad justa donde ningún hombre tenga que pasar por ninguna de las experiencias que yo he tenido que pasar a lo largo de mi vida”.
- Mi pareja y yo decidimos casarnos en el año 2000. Por aquel entonces ella acababa de obtener la plaza de maestra en el sistema público mientras yo continuaba estudiando un posgrado y no tenía trabajo. Cuando comunicamos nuestra decisión no faltaron los comentarios tanto de hombres como, sobre todo, increíblemente de mujeres, que me llamaban mantenido. No me gustaría que ningún otro hombre pasara por eso.
- Ambos siempre quisimos tener hijos. Por eso cuando decidimos que era el momento oportuno me hubiera encantado, como padre, tener la oportunidad y el privilegio de disponer del tiempo necesario para poder estar presente y no perderme ninguno de los primeros momentos de mis hijas. Por favor, que alguien me explique si los en siete días que me correspondieron en ambos casos, o en los creo que quince actuales, hay tiempo para poder compartir junto a tu pareja una de las experiencias más bellas de la vida. Los que decidimos tener hijos debemos tener la oportunidad de disfrutar de ellos y mucho más cuando el aprendizaje para ser padres y madres no es nada fácil en una sociedad como la actual. Si un hombre o una mujer no quiere cuidar de sus hijos, lo único que tiene que hacer es no tenerlos, pero los que apostamos por ello deberíamos tener las facilidades para poder llevar a cabo de la forma más eficiente nuestra labor.
- Que tus jefes o compañeros te miren raro por no acompañarlos, después de la jornada laboral, a tomar algo y casi te veas obligado a inventarte una excusa para poder volver a casa con tu familia.
- Que tu jefe ponga el grito en el cielo porque en una entrevista de trabajo te niegues a realizar preguntas sobre la vida privada de las candidatas a un puesto laboral.
Lo peor de todo es que ninguna de esas actitudes que acabo de comentar vinieron por parte de hombres retrógrados machistas como el personaje del “Pescadero” de la serie “La que se avecina”. Al contrario, recuerdo a más de uno que se las daba de hombre moderno y adelantado, mientras se quedaba más tarde en su despacho para no ir a su casa a ayudar a su mujer con los niños.
Por todo esto, opino que una sociedad igualitaria se debe normalizar desde el principio de nuestra vida. La igualdad se aprende desde los primeros días; es importante conseguir normalizar que un niño o una niña pueda ver a su padre preparar la cena, mientras su madre le baña, o viceversa. No es un tema de hombres o mujeres, es un tema de actitudes, de posición en la vida. Lo que está en juego es tan importante como el avanzar juntos hacia un mundo más igualitario, compartido, en el que se respeten los derechos de las personas independientemente de su sexo, condición sexual, religión, ...
Por suerte para mi, los derechos actuales los están defendiendo las personas mayores, las mujeres o los colectivos LGTB, porque si alguien espera que los tíos de mi generación muevan un dedo para defender nuestro presente y nuestro futuro me parece que puede esperar sentado.
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