jueves, 1 de septiembre de 2016

A KIND OF MAGIC.

J.L.Ruffo.

A kind of Magic, es el título de una maravillosa canción de Queen y el nombre de su undécimo disco. Para rematar el círculo, es el tema que suena en los créditos finales de una obra de arte del cine de los ochenta llamada Highlander (para España Los Inmortales). La magia es algo a reivindicar siempre. ¿Qué hubiera sido de nuestro mundo sin magia? No quiero imaginarlo:

La magia de la imaginación desbordante de muchas personas que crean maravillas en el cine, la música, o cualquier otro arte.
La magia de los cuadros de El Bosco, cuyo aspecto onírico y de fantasía fue a mi entender, y como bien me recordó mi hermano Pedro cuando visitamos la exposición de este pintor en el Prado, la primera ventana al surrealismo que después captarían otros genios como Dalí.

Pero la que más me gusta es la magia cotidiana, la de todos los días:
La magia de Susana Alcon que consigue año tras año que los que no entendemos de danza, nos emocionemos a través de nuestras hijas, sintiéndolo como algo propio y alucinemos con cada espectáculo que presenta.
La magia de Xuxo, la de mi amigo Jesús, que la utiliza precisamente como herramienta para educar. Lo que hubiera dado yo por un maestro así. Por cierto si no lo creéis, sólo tenéis que comprar su libro Educando con magia, que deja al mago Merlin a la altura del betún.
La magia de otro amigo como Rafa Torres y sus voluntarios que transforman las frías noches en calor físico y emocional para quien más lo necesita.
La magia de mi querido Paco Montero o de Vanessa Perondi para seguir dándole a una profesión como la de periodista un toque de nobleza y verdadero servicio público.
La magia de mi amigo Eulogio para captar en una simple foto, lo que yo tardaría treinta libros en describir. A él le pediría yo, unas gotitas de la magia de su espíritu inquebrantable.
La magia de mis compañeros de trabajo, de Cruz Roja, de la residencia del El Puerto o de ARCA. La magia de los usuarios y pacientes de los programas en que trabajé y que aún hoy me siguen demostrando siempre su cariño. Nombrarlos a todos, por suerte es imposible, pero la magia de Nacho, Patri, Olga, Raquel, Marisita, Ana, David, el equipo sanitario de El Puerto, Sandra...
La magia de mi doctora de cabecera, la doctora Gómez Salado, que siempre se ofrece para ayudarnos, y que hace que a nadie le importe esperar una hora con tal de verla a ella.

La magia de mi hermana Patri y Ezequiel para convertir en lazos familiares lo que la sangre no dictamina. Su magia para darme esos regalos llamados Cristina y Ezequiel, para mí siempre Robin, que consiguen sacarme una sonrisa desde el primer segundo de verlos.
La magia de la risa de mi sobrino Alejandro, o de los ojos hipnóticos de su hermana Paula que con dos años es capaz de dejarme embobado con solo mirarla. ¿Qué conjuro utilizarían sus padres José Ignacio y Paula para conseguirlos?
La magia de mis otros sobrinos, como Javi, Irene, Alicia, Ángeles, Álvaro para transformar durante años, mi casa en parques de atracciones, siempre llenos de juegos y risas. Incluso la de aquellos ya más mayores y que la vida te devuelve en forma de desilusión y olvido, pero que quieran o no, la magia de su espíritu infantil siempre estará ligada a nuestras paredes y la de casa de sus abuelos. Allá ellos y sus conciencias.
La magia de mi hermano Paco, que me transmitió esa devoción por el cine, o la magia de mis primos: la magia amarilla de mi primo Paco y su Cádiz, la magia en la sonrisa de mi prima María Ángeles y de su hermano Antonio que me acompañaran siempre en la infancia. La magia de mi primo Gregorín que hace que sintamos la misma pasión por el cine y las series. Y por supuesto la magia de mis títos y titas, que aunque nos engañen haciéndonos creer que no están por aquí, yo siempre los noto muy, muy cerca.
La magia de Merche, que consigue transmitirme su fuerza vital con un torbellino de bondad y risas.
La magia de Susana  para ser la amiga desde los tres años de mi hija Cristina y que la amistad se extendiera entre nosotros y sus padres Candela y José Luis, y su hermana Sofía con mi pequeña Claudia.
La magia de mi amigo Puli, de su mujer Yoli para sacar adelante a esa familia maravillosa y sacar fuerzas para que la gasten con sus juegos esos torbellinos de felicidad llamados Sonia, Carlos y Alfonso. Con suerte el próximo verano, comienzo a raptarle al menos a esa mujercita fan de Star Wars y con buenos gustos musicales. Juntos intentaremos buscar un hechizo para dejar afónico para siempre al Justin Bieber. No se me puede olvidar la magia de Paqui que expresa siempre a través de una sonrisa pícara, que ya tenía desde pequeña y que hoy utiliza para alegrar la vida a los demás a través del teatro.
La magia de mi Juanma Trechera para componer coplas de carnaval y sacarnos una lagrima, pero de las buenas, de las alegres, incluso a los que hace tiempo nos fuimos alejando del mundo del Carnaval.
La magia de mi trio sevillano, de mi hermanos Pedro, Álvaro y José Ramón para siempre estar ahí y ayudarme. La magia del mismo Pedro que reaparece en mi vida para empujarme junto a mi mujer, a luchar y no decaer, acompañándome siempre, en todo momento.
La magia de Jesús, mi yanki favorito que es capaz de transformarse en el gadita más carnavalero a pesar de nacer en Sevilla. La magia de su mujer Chani que cada vez que nos ve consigue que echemos de menos vernos más a menudo.
La magia de mis vecinos Antonio y María José, un descubrimiento tardío pero que se contrarresta con el trato que le dan a mis hijas, a mi mujer y a mí mismo y que a partir de ahora aprovechare siempre que pueda.
La magia de las redes sociales como Facebook, que me ha hecho recuperar a muchos de mis amigos y amigas de Facultad, y que tanto significaron para mí: Jorge, Amaya, Rocío, Mari Carmen, Pablo, Salva, Esther...

La magia de mis padres, que aunque con las baterías bajas y a pesar de los palos que sin merecerlos la vida le regala en forma de algún que otro y otra imbécil, siempre dibujan una sonrisa para mí, mi mujer y mis niñas.
La magia de mis suegros que siempre aparecen cuando los necesito. La magia de mi cuñada Silvia y Álvaro que han conseguido que sienta a Ubrique como mi pueblo. La magia de mi hermana, para algunos cuñada, Angelines que siempre me saca una sonrisa.

Y para acabar, la magia de mis mujer y de mis hijas, que se transforman en el oxígeno que yo necesito para vivir y que cuál hadas del País de Nunca Jamás, consiguen que vuele sin levantarme de la cama.

Como veis, para después no creer en los Reyes Magos. 
Never grow up.