jueves, 19 de junio de 2014

Annus Horribilis

J.L.Ruffo


Pues sí, exactamente así es. Como mucho sabéis este año no está siendo todo lo bueno que debería. No interpretéis esto como una queja, no tengo motivos para ello: la vida me ha tratado bien y lo sigue haciendo premiandome continuamente con regalos cercanos y que por cotidianos no deben nunca perder su valor. Antes de seguir tengo que pedirlos disculpas por dedicar esta entrada a un asunto personal, permitidme que por una vez sea vuestro paciente y vosotros mis apreciados terapeutas. Desde hace meses veo la vida pasar desde mi cama. Sin prácticamente poder levantarme el 90 por ciento del día lo paso acostado. No ha sido fácil y he tenido que aceptar varias cornadas ( como diría un torero) que han ido minando mi resistencia física y sobre todo mi moral:
1. Soportar que llevas un año y medio con dolores fuertes que te impiden prácticamente caminar.
2. Aceptar que iba a entrar en una operación y enfrentarme a mi miedo desmedido al quirófano.
3. Ver como no mejoras después de la operación y descubrir después que hay una malposición de los tornillos que te han colocado.
4. Escuchar a una cirujana que te dice que no tienes muchas probabilidades de mejorar y que una vez operado, para eliminar el riesgo de los tornillos, lo único que puede ofrecerte son medidas paliativas.
5. Enfrentarte a una silla de ruedas como única opción para poder moverte y desplazarte.
6. Darte cuenta que necesitas ayuda para prácticamente todo y que hasta tus hijas pequeñas te ofrecen su ayuda continuamente al ver a su padre impedido.
7. Que te despidan del trabajo y además te dejen a deber cinco nóminas. Aunque por desgracia esta no ha sido las únicas cornadas que he recibido en un lugar donde lo he dado todo y por el que creo que merecía otro trato.
 Como comprenderéis la vida me ha cambiado mucho en los dos últimos años. Hay momentos que sólo me quedo con la imagen de un José Luis postrado en una cama, acostado, enfermo, en el paro, dependiente (como he odiado siempre esa palabra)... ¿donde están ahora tus discursos de psicólogo?,¿ donde están ahora las técnicas que utilizabas con tus pacientes para intentar juntos trabajar y mejorar su estado de ánimo cuando acudían a la consulta en situaciones desesperadas?
Os prometo que no es fácil, tampoco lo era cuando trabaja con todos aquellos que tenían la amabilidad de confiarme sus problemas y pesares con la esperanza de mejorar. La empatía necesaría para iniciar cualquier terapia ( y no sólo me refiero a los problemas psíquicos) nos debe colocar en la posición de la persona que tenemos en frente y os prometo que en todo este tiempo no ha habido ni un sólo día en que lo dejara de intentar. Pido desde aquí disculpas a todos aquellos a los que no supe o no pude ayudar. Me gustaría pensar que esa proporción de pacientes no era muy amplia, o así al menos me lo hacían llegar ellos mismos, pero sea cual sea tal proporción os pido perdón por mis fracasos.
Y probablemente aquí, en esa última línea comienza el principio de mi curación mental. 
Como recomienda mi admirada Elsa Punset ese puede ser un buen punto de partida. Creo que hay que reconocer nuestros errores y nuestras derrotas, asumirlas como propias y convertirlas en un magnífico punto de inicio. Y en ello estoy.
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013-10-05/las-claves-para-superar-las-adversidades-del-psiquiatra-victima-del-holocausto-nazi_35355/


martes, 1 de abril de 2014

COMO ALEJAR A TU HIJO DE LAS DROGAS (9). ESTAR INFORMADOS: DROGAS ILEGALES - COCAÍNA Y HEROÍNA.

J.L.Ruffo

Euforia, mente despierta…

Estos son algunos de los síntomas que los consumidores de cocaína experimentan casi de forma inmediata después de su consumo.

Sin embargo, antes de profundizar más os voy a comentar mi impresión sobre las consecuencias de esta sustancia. Lo voy a hacer, si me permitís, de una forma coloquial:

“No conozco otra sustancia que deje más rallado a sus consumidores”

En una consulta de drogodependencias no es difícil detectar cuando estás delante de un consumidor o exconsumidor de coca: desconfiados al máximo, obsesivos, con pensamientos repetitivos, mirada interrogadora, posición defensiva, agresividad…

Su relación con la psicosis es muy estrecha. En el seminario “Dificultades para el manejo de los pacientes con psicosis cocaínica”, organizado por la Sociedad Española de Toxicomanías (SET) en 2004,  se hablaba de una probabilidad del 60 por ciento de que consumidores diarios de cocaína desarrollaran un trastorno psicótico.


Pero no creáis que estos efectos solamente pueden llegar a dependientes de la sustancia, también existe el riesgo en consumidores no habituales.

Como aseguraba en el año 2011 Purificación Beltrán (Jefa de Psiquiatría del Instituto de Medicina Legal de Valencia):

“¿Puede la cocaína alterar tanto la mente como para convertir a un normal padre de familia en una bestia? Tristemente, sí. “
“El consumo de coca puede generar lo que se denomina psicosis tóxica y provocar alteraciones de la percepción de tipo paranoide, alucinaciones visuales y táctiles, comportamiento agresivo y con ello una ruptura psicótica de la realidad cotidiana del individuo”.




Otro dato importante a tener en cuenta es el hecho de su nefasta conexión con el alcohol:

“Mezclar cocaína y alcohol no sólo es más tóxico que tomar ambas sustancias por separado. Su consumo conjunto dispara además el riesgo de desarrollar alcoholismo en unos pocos años. Este riesgo ha sido descubierto por un grupo de investigadores españoles, encabezados por el especialista del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid Gabriel Rubio.” 

Nos encontramos por tanto con una de las grandes culpables de la destrucción de millones de personas, cuyo poder adictivo es brutal y muy peligroso para la salud.  A pesar de lo conocido de sus riesgos esta sustancia siempre ha permanecido en los primeros lugares sobre su consumo mundial. En esa liga nuestro país tiene el honor de haber sido durante muchos años ¡el primer lugar de consumo en el mundo!





Por otro lado la heroína siempre ha estado en los primeros lugares de los rankings que se han establecido para las drogas más peligrosas. Hablar de la heroína es como hablar de las consecuencias de la peste negra en la Europa del siglo XIV. Aunque en los últimos años su consumo ha caído drásticamente algunas informaciones hablan de un nuevo repunte en su consumo.





En la trinchera, esto es. en las consultas de adicciones al menos lo que se ve es que la figura del heroinómano es la de un hombre de unos cuarenta y tantos largos o cincuenta años de edad, que llevan años en tratamiento y la mayoría de ellos con múltiples enfermedades como consecuencias de su   adicción al “caballo”. En definitiva “supervivientes” de una época, de una droga que asoló nuestra sociedad y a muchos jóvenes le sesgó su futuro. Es raro el heroinómano que no ha conocido a compañeros de adicción que fallecieron por problemas asociados a la heroína (sida, hepatitis, sobredosis,…). Y también es raro el heroinómano que tras superar su adicción a la heroína se “engancha” a otras adicciones “menores”, preferentemente el alcohol. “Heroinómano curado, alcohólico asegurado” Es un dicho muy común entre los especialistas en adicciones y que por desgracia tiene muchas dosis de realidad.

Las consecuencias del consumo de heroína en la salud son muy diversas, pasemos a destacar brevemente alguna de ellas:

Efectos a corto plazo:

·         "Rush" u oleada de euforia
·         Depresión respiratoria
·         Ofuscación del funcionamiento mental
·         Náusea y vómito
·         Supresión del dolor
·         Abortos espontáneos

Efectos a largo plazo:

·         Adicción
·         Enfermedades infecciosas, por ejemplo, VIH/SIDA, hepatitis B y C
·         Venas colapsadas
·         Infecciones bacterianas
·         Abscesos
·         Infección del endocardio y las válvulas del corazón
·         Artritis y otros problemas reumatológicos




No tengamos como única imagen del consumo de heroína al “yonqui” metiéndose en vena la sustancia con una jeringuilla. También puede ser esnifada o fumada. Estos últimos patrones parecen ser que se extienden en los últimos años y no disminuyen el riesgo de su consumo.

Con esta entrada doy por finalizados los capítulos que he unificado con el epígrafe "COMO ALEJAR A TU HIJO DE LAS DROGAS". Espero al menos dejar claro la importancia de los padres en el futuro de nuestros hijos. Abandonar por un lado la dirección absoluta e impermeable de nuestros hijos, o por otro, la pasividad del colega que decide que su hijo aprenda por sí mismo, es quizás una de las claves más importantes. 

La necesidad de INFORMACIÓN, sobre el mundo de las drogas,  y de ACTUACIÓN no deben ser transferidas a otros. 

Nuestros hijos nos esperan y necesitan.

Un fuerte abrazo a todos....

...por cierto amenazo con publicar el libro...

viernes, 7 de marzo de 2014

COMO ALEJAR A TU HIJO DE LAS DROGAS (8). ESTAR INFORMADOS: DROGAS ILEGALES - CANNABIS.

J.L.Ruffo

Una vez más me veo en la necesidad de insistir en la superflua diferencia entre drogas legales e ilegales. Me sigue pareciendo a día de hoy una forma de catalogar las drogas inexacta, simplista y peligrosa. Esta manera de diferenciar estas sustancias ha provocado que muchas personas caigan en los peligrosos brazos de una adicción, iniciando sus consumos con sustancias legales y por lo tanto “menos peligrosas”.

No voy a entrar en el debate sobre la conveniencia de legalizar o no según qué tipo de drogas. Pero tengo la convicción que el modelo establecido no sirve. Siento ser pesado con la clasificación del, para algunos muy polémico,  doctor David Nutt, pero su propuesta de diferenciación de drogas es, a mi parecer, mucho más lógica y válida.

De todas maneras tampoco pienso que la etiqueta de ilegal haya supuesto un freno poderoso a la lucha contra el manejo de este tipo de drogas. El ejemplo más evidente lo tenemos en España, donde antes que los Nadal, Gasol, Iniesta o Casillas nos llevaran a lo más alto del deporte mundial,  nuestro país hacía años que ya pertenecía al “prestigioso” grupo de cabeza de consumo de sustancias “ilegales” como la cocaína o el cannabis.

Alguien me puede tachar de simplista con esta última afirmación. Probablemente tengan razón, pero nadie que trabaje día a día con personas afectadas por el consumo de drogas podrá negarme  la facilidad con que nuestros pacientes consiguen dichas sustancias. Por mucho que pase el tiempo me sigue sorprendiendo situaciones como las siguientes:

-      Si la venta de alcohol a menores está prohibida ¿cómo todos los fines de semana, somos testigos de un fenómeno llamado botellón donde miles de menores acuden a emborracharse sin nada o nadie que lo impida?

-      Si la venta de drogas está prohibida ¿cómo es tan fácil, incluso para los menores, adquirirlas?

¿Y qué podemos hacer los padres ante estas situaciones?

En principio quizás lo más importante sea el no pensar que “mi hijo no se droga”. Muchos padres llegan a esta conclusión sólo porque sí, porque deben de creer que habrá una protección divina que los alejará y de paso nos ahorrará la “molesta” tarea de estar atentos, hablar con nuestros hijos y estar informados sobre las sustancias con las que prácticamente de forma irremediable estará en contacto cercano. Si tomamos esta posición aumenta de forma exponencial el riesgo de que nuestro hijo acabe consumiendo.

Vamos por lo tanto a conocer, al igual que hemos hecho con el alcohol y el tabaco, aquellas sustancias con las que con toda seguridad, nuestros hijos antes o después contactaran directa o indirectamente.

Ante la enorme cantidad de sustancias que podríamos describir, sólo me centraré en las que son más habituales y más utilizadas en nuestro entorno. Comenzaremos con el Cannabis:

Extraído de la planta Cannabis Sativa, de la que al igual que se dice del cerdo “se aprovecha casi todo: resina, tallo, flores, hoja…”; el cannabis podemos encontrarlo en distintas formas. Las más conocidas son el hachís y la marihuana y normalmente se consume fumándolas en los que , normalmente, hemos conocido en nuestro país con el nombre de “porros” o “canutos”.

En los últimos años, existe, o al menos esa impresión percibo, una tendencia a minimizar el daño que esta sustancia produce. Probablemente todo está dirigido a una probable legalización de la sustancia, hecho que ya de “forma controlada” se ha llevado a cabo en algunos lugares de nuestro país. He de reconocer, que yo mismo, me he visto contagiado de tal actitud, sobre todo al principio de mi labor como terapeuta, pero poco a poco he sido testigo del daño que esta “inocente” sustancia puede provocar en sus consumidores.

Para no extenderme demasiado, creo que es suficiente para nosotros, los padres, conocer algunos detalles:

El THC (principio activo más importante del cannabis) llega muy rápidamente al cerebro. Sus efectos a dosis bajas es placentero: relajación, tranquilidad…pero al aumentar su consumo aumentan también los efectos nocivos para nuestra salud: ansiedad, aumento del ritmo cardiaco, dificultades cognitivas (atención, concentración). Podemos comparar sus efectos iniciales a los que provocaría el consumo de alcohol. De hecho puede llegar a producir lo  que denominamos “borrachera cannábica”.

Como os comentaba, hay un peligro, a mi entender, muy importante en su consumo: la banalización de sus riesgos:

“No pasa nada por fumarse un porrito”.

Dentro de este concepto se extiende incluso la idea de su escaso poder adictivo. Permitidme que os dirija a la explicación de la “National Institute on Drug Abuse” (NIDA), los cuales, obviamente, son mucho más expertos que un servidor en lo referente a este tema:

“El consumo de la marihuana a largo plazo puede llevar a la adicción. Esto quiere decir que el usuario tendrá dificultad para controlar su consumo de la droga y no podrá parar aunque este consumo interfiera con muchos aspectos de su vida. Se calcula que el 9 por ciento de las personas que consumen marihuana se vuelven dependientes de la misma.  El número se eleva a cerca de 1 en cada 6 usuarios que hayan empezado a usarla a una edad muy joven (en la adolescencia)…”

“La adicción a la marihuana también está relacionada con un síndrome de abstinencia similar al de la abstinencia de la nicotina, lo que puede dificultar que se deje de consumirla. Las personas que intentan dejarla reportan irritabilidad, dificultad para dormir, deseos vehementes por la droga y ansiedad. En las pruebas psicológicas, también muestran un aumento en la agresividad que llega a su punto máximo aproximadamente a la semana después de haber usado la droga por última vez.”

Hay quién, incluso amparándose en los efectos terapéuticos reconocidos de la misma, obvia  las consecuencias negativas de su consumo habitual.

Entre estos efectos nos encontramos con uno muy dañino y que los padres debemos conocer para poder,  por tanto, informar de ello a nuestros hijos: su relación con la aparición de cuadros psicóticos.

Yo mismo, como os comentaba unos párrafos atrás, he caído en esa idea popular de la minimización de los riesgos de su consumo: Recuerdo como en una de las jornadas que celebramos en la Asociación ARCA de Cádiz, le pregunté a mi querido profesor Gibert Rahola (catedrático del departamento de la universidad de Cádiz y uno de los máximos conocedores que podemos encontrar en nuestro país  de los efectos de las drogas) sobre las consecuencias del uso del cannabis. Él, junto a mí también admirada Doctora Julia Cano, me insistieron, ante mi reticencia inicial a creerlo, en la relación directa entre cuadros psicóticos y consumo de marihuana. Cuando me mostraron los datos de estudios rigurosos reconozco que me disiparon las dudas. Con vuestro permiso vuelvo a dirigiros a la magnífica página web de la NIDA:

“Las investigaciones en la última década se han centrado en si el uso de la marihuana realmente causa otras enfermedades mentales. La evidencia más fuerte hasta la fecha sugiere que sí existe un vínculo entre el consumo de cannabis y la psicosis.”

“ El consumo de la marihuana también empeora el curso de la enfermedad en los pacientes con esquizofrenia y puede producir una reacción psicótica breve en algunos usuarios, la que se desvanece al ir menguando los efectos de la droga”.

Más resultados concluyentes  sobre el tema:

“El estudio fue encabezado por el profesor Jim van Os de la Universidad de Maastricht, en Holanda, e incluyó a investigadores de Suiza, Alemania, y Reino Unido. Durante la década que duró el estudio los voluntarios, todos entre 14 y 24 años, fueron evaluados a lo largo de tres periodos, y al parecer se confirmó que el consumo de marihuana incrementaba significativamente los riesgos de manifestar síntomas psicóticos, incluso cuando se consideraban otros factores como la condición socioeconómica, el uso de otras drogas, y antecedentes psiquiátricos individuales”. 

Ahora en nuestro país, donde también se investiga mucho y bien a pesar de los pocos recursos de los que se dispone (debe ser que estas cosas no son muy importantes). Sirva de ejemplo la investigación de Gutierrez-Rojas, De Irala y Martinez-Gonzalez publicada en 2006:

“Efectos del cannabis sobre la salud mental en jóvenes consumidores”.
Concretamente dentro de sus conclusiones,  destaca diversos  efectos crónicos, entre ellos:

5. Aumento del riesgo de esquizofrenia y psicosis graves.
6. Aumento del riesgo de trastornos depresivos y síndrome
amotivacional



Así podríamos seguir con bastantes ejemplos más. Podríamos ampliar con numerosos estudios de distintos investigadores y de distintas nacionalidades donde se llega a la misma conclusión.

¿Por qué esto no se explica claramente?

¿Por qué, al igual que ocurre con el alcohol, no se insiste en los efectos nocivos de esta droga?

Creo que durante mucho tiempo no tendremos una respuesta convincente a estas preguntas. Citando a la magnifica Estela Reynolds en la serie de televisión “La que se avecina”:

“…será cosa de la mano negra….”

viernes, 21 de febrero de 2014

NEUROPSICOLOGIA DE LAS ADICCIONES (4): EXPLICACIÓN NEUROBIOLÓGICA



Desde el punto de vista neurobiológico explicamos, a continuación, el problema de la adicción a las drogas. Dentro de este marco hay que realizar en primer lugar especial hincapié en la hipótesis de la dopamina[1], marco básico para explicar cómo un rasgo genético, relacionado con la alteración de dicho neurotransmisor, puede relacionarse con factores ambientales para desarrollar el problema de la adicción.

La adicción a tóxicos se define como la dependencia física o psicofisiológica de una determinada sustancia química, cuya supresión causa síntomas de deprivación en el individuo. La hipótesis de la dopamina explica como la adicción a las drogas estaría relacionada con una alteración genética vinculada con dicho neurotransmisor, en el sentido de provocar una deficiencia en el sistema de gratificación; la ineficacia de dicho sistema recompensaría el abuso de sustancias que aumenten los niveles de dopamina en el cerebro. Las neuronas de los adictos, abocadas a una anormal y elevada cantidad de dopamina responden defensivamente y reducen el número de receptores dopaminérgicos. Así se explica por qué los drogadictos empiezan tomando drogas para sentirse mejor, para luego tener que consumirlas para evitar la sensación de malestar y necesitan cada vez más sustancia para lograr el mismo efecto.

En esta línea, especial mención adquieren los trabajos realizados por los investigadores Volkow y Li. En su revisión de los nuevos avances de la neurobiología de las adicciones, pretenden una concienciación a distintos niveles, profesional, institucional y social de una perspectiva médica de las adicciones, para que pasen a ser vistas como enfermedades cerebrales crónicas. Presentan para ello una actualización de los conocimientos neurobiológicos de las adicciones, planteando que tras el uso crónico de sustancias se producen unas modificaciones a nivel cerebral de larga duración que explicarían gran parte de las conductas asociadas a la adicción, como la compulsividad en el consumo, o la concentración del interés en torno al consumo con abandono de otras áreas.

Por una parte, estudios recientes han mostrado que el uso repetido de drogas produce cambios en el cerebro que permanecen durante largos períodos y limitan el control voluntario. Esto, unido a los nuevos conocimientos sobre el modo en que los factores ambientales, genéticos y evolutivos contribuyen a la adicción, proporciona una base, según los autores, como para modificar el abordaje de la prevención y el tratamiento de las drogadicciones.

Las manifestaciones conductuales que ocurren durante la adicción han sido entendidas por muchos como “elecciones” del individuo adicto, pero estudios de neuroimagen cerebral recientes han revelado una disrupción subyacente en regiones que son importantes para los procesos de motivación, recompensa y control inhibitorio. Esto plantearía la adicción a las drogas como una enfermedad cerebral y el comportamiento anormal asociado sería resultado de la disfunción del tejido cerebral. Así, aunque inicialmente la experimentación y el uso recreativo de la droga es voluntario, una vez se establece la adicción este control se ve afectado notablemente. No obstante, no todos los adictos experimentan estos cambios a nivel cerebral lo que plantea la necesidad de más investigación en este campo.

Para que se desarrolle la adicción, se requiere la exposición crónica a la sustancia, e implica interacciones complejas entre los factores biológicos y ambientales. Esto quizás explique el porqué unos individuos se vuelven adictos y otros no y el fracaso de modelos puramente biológicos o puramente ambientales a la hora de intentar comprender estos trastornos.

Recientemente se han producido importantes descubrimientos sobre el modo en que las drogas afectan a la expresión genética, a los productos proteicos y a los circuitos neuronales y sobre cómo dichos factores biológicos pueden afectar al comportamiento humano.

Dentro de este marco explicativo, haremos a continuación una descripción mas detallada de estos procesos, diferenciando los procesos de abuso y adicción a drogas:

a) Neurobiología de las drogas de abuso. Diversos neurotransmisores se han implicado en los efectos de las drogas de abuso (GABA, glutamato, acetilcolina, dopamina, serotonina, o las endorfinas). De éstos, la dopamina se ha asociado de forma consistente con el efecto de refuerzo de la mayoría de estas drogas. Estas aumentan las concentraciones de dopamina extracelular en regiones límbicas, incluyendo el núcleo accumbens. Específicamente, dichos efectos de refuerzo parecen deberse a su capacidad para sobrepasar la magnitud y la duración de los incrementos rápidos de dopamina que desencadenan los refuerzos naturales como la comida o el sexo. Dichas diferencias cuantitativas y cualitativas con respecto al incremento de dopamina que las drogas inducen explicarían porqué los refuerzos naturales no conducirían a la adicción. En cuanto a la relación con las drogas, se ha descubierto que las anfetaminas estimulan la producción de dopamina a nivel celular, que la cocaína bloquea una enzima denominada DAT cuya función normal es absorber la dopamina que descargan las neuronas y que la heroína se une al receptor dopaminérgico y estimula directamente los canales de refuerzo. Por su parte, la nicotina y el alcohol elevan los niveles de dopamina circulantes y, por otra parte, se ha identificado un compuesto químico desconocido en los cigarrillos que aumenta los niveles de dopamina por medio de un bloqueo de la enzima MAO B. La dopamina no es sólo un químico que transmite señales de placer, sino que se configura también como la más importante molécula involucrada en la adicción, desempeñando también un extraordinario papel en el aprendizaje y la memoria.

Cada vez que un neurotransmisor como la dopamina llega a una sinapsis, los circuitos que desencadenan un pensamiento, una motivación o una acción son vía prioritaria en el cerebro. En las adicciones, la dopamina actúa como un neurotransmisor tan potente que las personas, objetos, situaciones y lugares en que se consumió la droga quedan firmemente fijados en la memoria. Se ha demostrado también que, estimulados mediante el olor a tabaco, los fumadores no pueden controlar la urgencia de fumar de forma idéntica a como los perros estudiados por Pavlov no podían dejar de salivar ante el estímulo de comida.

El efecto sobre la dopamina es directo en algunas drogas (cocaína, anfetamina, éxtasis), mientras que otras sustancias afectan a neurotransmisores implicados en la regulación de la dopamina (nicotina, alcohol, opiáceos o marihuana).

Según parece, y a diferencia de lo que se creía hasta ahora, los incrementos de dopamina no se relacionan directamente con la recompensa, sino con la predicción de recompensa y con la “relevancia”. La relevancia se refiere a la capacidad de ciertos estímulos o cambios ambientales para producir una activación o desencadenar un cambio atencional-conductual. La relevancia que, añadida a la recompensa, se aplica a los estímulos aversivos, nuevos e inesperados, afecta a la motivación para buscar la anticipada recompensa y facilita el aprendizaje condicionado. Esto proporciona una perspectiva diferente de las drogas, ya que implica que los incrementos de dopamina inducidos por éstas motivarán inherentemente la búsqueda de más droga, independientemente de si los efectos de la droga son conscientemente percibidos como placenteros o no.

Los incrementos de dopamina inducidos por las drogas facilitan asimismo el aprendizaje condicionado, de manera que los estímulos neutros que se asocian con la droga quedan condicionados (por ejemplo encuentros con cierta gente, ciertos lugares como discotecas, etc.). Una vez condicionados, pueden por sí mismos aumentar la dopamina y desencadenar el deseo de consumir. Esto puede explicar el riesgo de las personas con una adicción de recaer cuando se exponen a un entorno en el que previamente se ha consumido la droga, y englobaría parte de lo que Ingelmo y cols. han denominado el “contexto drogado” (Ingelmo y cols., 2000).

b) Neurobiología de la adicción a las drogas. La adicción es probablemente el resultado de los cambios neurobiológicos asociados con alteraciones crónicas e intermitentes a niveles suprafisiológicos de los sistemas dopaminérgicos. Volkow y cols. (Volkow y cols., 2004) creen que las adaptaciones en estos circuitos dopaminérgicos hacen al adicto más sensible a los picos (incrementos rápidos) de dopamina que se producen con las drogas de abuso, y menos sensibles a los incrementos fisiológicos producidos por los refuerzos naturales (comida y sexo). Estas adaptaciones ocurren tanto a nivel de la fisiología celular (alteración de factores de trascripción, que regulan la expresión de determinados genes, algunos en particular implicados en plasticidad de las sinapsis), como a nivel morfológico en los circuitos cerebrales regulados por la dopamina. Este cambio morfológico se cree que provoca un aumento en el valor motivacional de la droga.

Lógicamente, además de la dopamina, hay cambios a nivel de los neurotransmisores como el glutamato, el GABA, la serotonina o los opiáceos, que determinan un funcionamiento alterado de determinados circuitos cerebrales, algunos de los cuales están implicados en la asignación de relevancia o el control de la inhibición; alteración que se asocia a conducta compulsiva (corteza orbitofrontal) y desinhibición (circunvolución anterior del cíngulo). Probablemente estas alteraciones en regiones frontales del cerebro  explicarían el carácter compulsivo de la administración de la droga en los adictos o en su incapacidad para controlar las ansias de consumir cuando se encuentran expuestos a la droga.

Por último, no debemos cerrar este apartado sin tener en cuenta los factores que inciden en la posibilidad de desarrollar esta enfermedad crónica. Hay factores endógenos y exógenos que regulan la predisposición individual al consumo de drogas y al paso del uso al abuso y la adicción. La contribución diferencial de ambos factores es muy compleja, ya que pueden operar a distintos niveles:

a) Factores endógenos (genéticos): Se estima que entre el 40-60% de la vulnerabilidad a la adicción se explica por factores genéticos. Existen datos sobre numerosas regiones cromosómicas asociadas al abuso de drogas pero sólo unos cuantos genes en humanos que presentan un polimorfismo donde la presencia de un alelo bien predispone o protege frente a la adicción entre otras, al alcohol, la nicotina o la codeína. No obstante, la mayoría de los estudios genéticos están pendientes de ser corroborados mediante la replicación de los mismos.

b) Factores exógenos (ambientales): Se ha asociado con la propensión a auto-administrarse drogas el bajo nivel socioeconómico, el apoyo parental pobre y la disponibilidad de la droga. El estrés puede ser un factor común en numerosos factores ambientales que incrementan el riesgo de abusar de drogas, si bien los mecanismos últimos a través de los cuales ejercería el estrés su influencia no se conocen en detalle.

Existen algunos datos procedentes de estudios de neuroimagen en animales, donde factores ambientales modifican el cerebro y estos cambios a su vez, alteran las respuestas conductuales a las drogas de abuso. Por ejemplo, en primates el estatus social afecta a la expresión de receptores dopaminérgicos (D2) a nivel cerebral, lo que a su vez modifica la propensión a la auto-administración de cocaína. Así los animales con un rol dominante tienen una alta densidad de receptores D2 y son reacios a administrarse cocaína, y lo contrario en los de rol sumiso. En estudios con animales, se ha demostrado que el incremento de receptores D2 en el núcleo accumbens disminuye marcadamente el consumo de drogas. Este mecanismo se postula como una posible explicación del modo en que los estresores podrían modificar el riesgo de consumir drogas.

martes, 11 de febrero de 2014

CÓMO ALEJAR A TU HIJO DE LAS DROGAS (7). EL TRABAJO EN CASA

Utilizo en esta entrada un concepto que en mi opinión resulta clave en la educación de nuestros hijos: la INTELIGENCIA EMOCIONAL.

Como ya he comentado es, en mi opinión, tan importante, que no sólo debe inculcarse en la familia sino que creo necesario la implantación en los colegios de horas dedicadas a estos conceptos.

Reconozco que esa idea es más bien utópica, ya que por desgracia los que dirigen la educación de nuestros hijos, sean de la orientación política que sean, hasta el momento, dirigen sus ideas educativas sin un consenso generalizado, sin tener en cuenta las voces de los profesionales y las utilizan más como arma electoral que como herramientas que ayuden a tener una sociedad mejor preparada y más socializada. Para esperar algún tipo de cambio que me lleve a la esperanza, no sólo es necesario centrarse en las materias que deben estudiar los niños, sino también en enseñarles a tolerar la frustración y entender sus emociones.

Espero que nadie entienda ésto como una manera de quitar responsabilidad y trabajo a los padres para dárselas a los maestros. Insisto que el trabajo principal hay que realizarlo en casa pero creo que ofrecer un apoyo desde la escuela, consolidaría el trabajo realizado por los padres.

Por desgracia, preparar a los maestros, actuales y sobre todo futuros en estas lides, contratar a profesionales formados y darles las herramientas necesarias para que puedan trabajar en esta dirección, deben ser muy costosas. Probablemente nuestros dirigentes creen más necesario incluir en el desarrollo curricular de nuestros hijos clases de religión, ciudadanía o dar ordenadores a los niños mientras a los maestros no les ofrecen ni bolígrafos.

Espero que disculpéis mi crítica y me vuelvo a centrar en la necesidad de conocer algunos conceptos de la inteligencia emocional. Antes que nada me gustaría recomendar dos obras, a mi entender fundamentales:

La primera, obviamente, es el libro con el que Goleman convirtió en best-seller el concepto: “Inteligencia Emocional” (1995, editorial Kairos).

La segunda el trabajo de Maurice J. Elias, Steven E. Tobias y Brian S. Friedlander “Educar con inteligencia emocional”.

Esta última es muy recomendable para que nosotros, los  padres, dispongamos de unas muy buenas recomendaciones y directrices a seguir con nuestros hijos.

Una vez realizadas estas recomendaciones, intentaré brevemente insistir en algunas “leyes sagradas” a tener en cuenta:

Tenemos que aprender nosotros y, posteriormente, intentar transmitir a nuestros hijos la importancia de conocer nuestras emociones, entender su función e intentar expresarlas de la manera más adecuada.

Las llamadas emociones básicas – miedo, tristeza, rabia y alegría – tienen su función y se deben plantear estrategias de afrontamiento de las mismas.

Las drogas nos ofrecen una forma de canalizar muchas de esas emociones aunque posteriormente se convertirán en la forma más nociva y dañina para nuestra personalidad de encauzarlas.

Las drogas son un sustitutivo de la comunicación y la búsqueda de refuerzos positivos a largo plazo. Son una vía atractiva y rápida de conseguir efectos beneficiosos.

Si los padres demonizamos a las drogas y nuestros hijos las prueban (que lo harán o estarán muy cerca de ellas) descubrirán su efecto beneficioso y aspirarán a controlarlas.

La comunicación y explicación de esos efectos son esenciales para intentar conseguir que conozcan las sustancias, las respeten (no las teman) y decidan si las utilizan o no. Si el trabajo está bien hecho, creo que  la gran mayoría de menores se alejará de ellas, advertirá sus riesgos y las rechazará.

Dejadme que os proponga un juego:
Es muy sencillo, tiraremos un dado. Si el resultado del mismo es de 1 a 5 ustedes ganan la apuesta y el beneficio será de un euro pero si sale seis perderían cien euros. ¿Aceptarían?

No les niego que si sale de uno a cinco obtendrán ganancias (los efectos positivos de las drogas) pero si sale seis las pérdidas serán inmensas (los efectos negativos de las mismas).

Nunca debemos negar los “beneficios” que una persona obtiene al drogarse. Tenemos que tener claro además que estos beneficios, pueden ser diversos.

El primero de ellos tiene una explicación meramente neuropsicológica: la explicación dopaminérgica como causa de las adicciones.

Intentaré explicarlo de la misma forma que lo hago en mis consultas: las drogas permiten un aumento en la dopamina. Esta dopamina, es un neurotransmisor fundamental en nuestra vida no sólo individual, sino también como especie. La dopamina se relaciona a la obtención de placer por lo que es inseparable a procesos tan importantes como la alimentación y la reproducción. Pero también se puede segregar dopamina, y por lo tanto obtener placer, a través de otras actividades: disfrutar de un paseo, leer un buen libro, ver una buena película, hacer deporte,… tantas como situaciones que se conviertan en placenteras. Es por eso, que las drogas tienen capacidad de atracción: son una vía rápida para facilitar la secreción de dopamina. Y nuestro cerebro aprende esa conexión muy rápidamente.

Imaginaros, por lo tanto, que ocurrirá cuando el cerebro aprende que la droga es la vía más rápida de obtener placer. Buscará ese medio rápido una y otra vez y prestará toda su atención a conseguir esa sustancia. Además dejaremos de buscar otras formas de obtención de placer.

El gran riesgo, hoy en día, es que no se les enseña a los jóvenes que existen otras formas estupendas y más placenteras de conseguir dopamina.

Pero eso implica un trabajo, sobre todo de los padres, y el entorno del niño, que son los que con su ejemplo y enseñanza pueden inculcar desde el principio esas aficiones que son fundamentales para “salvar” a nuestros hijos. El deporte y la cultura pueden ser unas herramientas básicas.

Además, estas prácticas nos pueden ayudar a disminuir otro de los atractivos de las drogas, su componente “socializador”. Tenemos que entender que las drogas legales tienen ese beneficio, pero también las ilegales pueden tenerlo si el grupo donde se mueven sus hijo las utiliza.

Ese exagerado componente socializador se nos inculca permanentemente y además está mitificado en nuestra sociedad, pero no es un efecto que podamos negar. Es más en muchas ocasiones se consigue penalizando a aquellos que no las consumen. Calificamos como bichos raros al que no fuma o no bebe. Si negamos esta realidad nos pegaríamos de bruces contra la experiencia que nuestros hijos experimentan en su entorno.

Dicho esto, ¿qué podemos hacer entonces?

Os insistiré en dos recomendaciones que tenemos que trabajar con nuestros hijos desde muy pequeños y continuar trabajando en la adolescencia.


1.   Comunicación,comunicación, comunicación.

Desde pequeños hay que trabajar este concepto. Tenemos que enseñarles a expresarse. Tenemos que entender que nuestras emociones son básicas y tienen su función, pero hay que saber controlarlas y expresarlas de la forma más correcta.

Para ello el refuerzo y castigo utilizados de forma coherente (ver capítulo 3) nos ayudaran a ello.

Hablar con nuestros hijos, saber qué piensan, qué les gusta, cuáles son sus amigos, hablar con sus profesores, conocer a los padres de sus amigos…es parte de nuestra función como padres. No conviertas a tu hijo en un extraño, hazle partícipe de tu mundo, haz que sea cercano.


2.   Enseñarles formas de canalizar la frustración.

¿Qué ocurre cuando nos sentimos frustrados y nos enfadamos?

Si no ponemos un STOP, mostraremos nuestro enfado de forma diversas: gestos, gritos e incluso podemos llegar a agresiones verbales y físicas.

En los últimos años todos observamos como nuestros jóvenes recurren cada vez más a menudo a este tipo de acciones. Nos ponemos las manos en la cabeza cuando escuchamos noticias de agresiones de menores, alguna de ellas brutales. Recuerdo, al hablar de ello, que el juez de menores Don Emilio Calatayud, comenta, cuando tenemos el placer de que acuda a nuestro centro, cómo cada vez son más frecuentes las agresiones de menores hacia sus padres y por consiguiente las denuncias de éstos.

El equipo de ARCA-CÁDIZ con el juez de menores D.Emilio Calatayud en las jornadas dedicadas a Alcohol y juventud celebradas en 2012.


¿Qué está fallando?

Sinceramente creo que no es más que la consecuencia de una sociedad que ha optado por no poner freno de ningún tipo a estas acciones y que no se ha interesado en trabajar desde niños esas reacciones. La única solución que le hemos dado es la punitiva, el castigo pero sin fuerza, con consecuencias injustas tanto para agresores como para agredidos.

Cómo tantas cosas en este país se preparan leyes, como la Ley del menor, sin dotarla de los medios suficientes, ni los profesionales adecuados, ni preparados para llevarla a cabo.

Tampoco se prepara a la sociedad para ello, ni a los medios de comunicación, por lo que la revisión se hace de la misma es a base de titulares y noticias escandalosas.

Que nadie entienda que hay por mi parte  una defensa de una ley con fallos evidentes, aunque no por eso podemos pasar al radicalismo extremo propio de los populismos.

Quizás la solución habría que ponerla antes de la aplicación de una ley punitiva. La actuación debe ser anterior. Lo que está ocurriendo solamente es el reflejo de una sociedad centrada en el ego personal de cada uno al que le llegan frustraciones permanentemente las cuales, si me permitís la expresión, "calientan a la bestia personal hasta hacerla explotar".

Ahí es donde actúa la inteligencia emocional y, en mi opinión, no pasaría nada por extender su fácil aplicación a la enseñanza familiar y escolar.

Pero ya que lo del medio escolar parece un bonito sueño, ¿cómo trabajamos los padres ante esta situación?

Para intentar responderos, recapitularé como despedida algunos consejos, aplicables a niños pequeños y adolescentes por igual:



a)   No prohibirles la expresión de sus sentimientos, pero si aleccionarles a hacerlo en el modo más correcto. Claro que hay derecho a expresar la rabia, la indignación, el enfado pero no permitir que lo acompañe de rabietas, golpes, amenazas: “No entrar en el juego”.

b)   El juego, la actividad son fundamentales a la hora  de sacar energía, nervios. El deporte, el baile, el teatro…son actividades que, inculcadas desde la infancia, enseñan a los pequeños otras formas de “subidón”, de emoción (en definitiva de obtener dopamina) geniales, sanas y muy beneficiosas para la salud física y mental de nuestros hijos.

c)   Alejarlos por lo tanto de una vida pasiva, en la que la recompensa acude rápida.


d)   No olvidar la importancia del modelo, por lo que tenemos que enseñarles estos ejemplos con nuestra conducta, no sólo con nuestra voz. Los padres que encuentran en otras actividades formas de expresión, están alejando a sus hijos de la “vía rápida a las drogas”. Amar el deporte, practicarlo, amar el cine, el teatro, la danza, la lectura es una forma maravillosa de acercarnos a nuestros hijos.


e)  Olvidarnos del “poli bueno o poli malo”. Los castigos y refuerzos deben ser elegidos por ambos, sin fisuras. Intentar evitar discutir delante de los niños. HAY QUE ESTABLECER NORMAS Y LÍMITES.

f)    No ofrecerles todas las recompensas a la vez. Debe ilusionarse, no esperar todo de golpe.

g)   UN ACTO CONLLEVA UNA CONSECUENCIA. Si se comportan mal y no hay consecuencias aprenden a que esa acción puede repetirse. Si tengo una rabieta, o llego tarde a casa y no pasa nada, allanamos el camino para acercar a nuestros hijos al egocentrismo.


h)   Cuando nos equivoquemos, y os anuncio que serán bastantes veces, no centrarnos en el egocentrismo tan dañino de ocultar errores para que el niño obtenga la figura de padres ideales y perfectos. Os insisto, es un mito imposible de mantener y cuando dicho mito se derrumba, las reacciones pueden ser muy peligrosas. Hay que hablar con nuestros hijos, sobre todo conforme se van haciendo mayores, hacerles ver nuestros errores y por qué se han cometido. NO LES HAGAMOS CREER QUE EXISTE LA PERFECCIÓN. Les repito, estoy cansado de hombres y mujeres en consulta de adicciones esperando entender por qué su padre perfecto no les entendía, y por qué ellos no lo son.


i)     LA MAYOR RECOMPENSA PARA UN NIÑO ES QUE SUS PADRES PASEN TIEMPO CON ÉL. Conforme crecen respetar su intimidad, lo cual no significa despegarnos de su vida, no conocerlos o  no participar de ellos ni de su entorno. Tampoco convertirnos en un "colega" más de nuestros hijos.


La puesta en práctica de todos estos consejos no asegurarán al cien por cien que nuestros hijos eviten introducir sus vidas en el peligroso mundo de las drogas. No os puedo prometer eso, sería una locura.

Las drogas están ahí, existen, han existido y existirán y probablemente sea inherente a la vida de nuestra especie. No hay que alarmarse por ello, ni pedir una prohibición absoluta, como el padre que dirige por su cuenta y solo se muestra a través del castigo férreo sin explicación: “porque yo sé mejor que nadie lo que es mejor para mi hijo”.


Es mucho mejor el conocimiento, la información, la inteligencia emocional, en definitiva “no hacer lo que no quieres que te hagan a tí”, “respetar y que respetemos”. Con ello lo que si os garantizo es que vuestro trabajo estará realizado y la probabilidad de una adicción se reducirá considerablemente.

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