viernes, 30 de marzo de 2012

LA INDEPENDENCIA EMOCIONAL.

 José Luis Rufo Rodríguez.

La dependencia emocional es un concepto del que podemos encontrar multitud de referencias, artículos, monografías… De los que conozco, los planteamientos de autores como Goleman (en su inteligencia emocional) y  Bowlby (con su teoría del apego) son prácticamente mi referencia. Con respecto a este último he de reconocer que mi interés por él se despertó en unas jornadas que realizamos en la Asociación ARCA sobre “Alcohol y Familia” en el año 2010 y que en su primer día tuve el placer de moderar. Allí, los dos conferenciantes, la psicóloga Rosa Fedriani y el Doctor Sebastián Girón plantearon, curiosamente (y sin pretenderlo), sus charlas desde la misma visión: la teoría del apego, ambos con dos exposiciones muy interesantes.
En mi opinión, la necesidad de reforzar adecuadamente esos vínculos originados desde la infancia, hace más que necesario atender a estos planteamientos para evitar consecuencias en el desarrollo de la personalidad.
Volviendo a la trinchera, al día a día, a los pacientes que acuden a las consultas, lo adecuado para evitar esta evolución, debe estar en el desarrollo de relaciones de apego que refuercen al niño sobre bases sólidas y seguras para, precisamente, conseguir la independencia emocional de éste posteriormente.  Obviamente, por independencia entiendo el  término medio entre dos posiciones desequilibradas y peligrosas:
Por un lado,  la actitud “pasiva” (y en mi opinión irresponsable) de muchos padres que declinan la labor de educar a sus hijos bajo el prisma de la ausencia de normas y valores, y el intento de trato con el niño como su amigo. Grave error. En los primeros años el niño debe comprender que existen normas y límites así como el refuerzo de su conducta cuando ésta es la correcta. Posteriormente estos padres no pueden comportarse como “colegas” de su hijo; No lo son y No deben serlo: ser padres es mucho más que eso.

Pero el otro lado es igual de preocupante: y no sólo hablo de la represión hasta límites extremos, y de la obediencia absoluta por el mero hecho de la posición paterna, sino también de inculcarles una visión de dependencia emocional en donde el único círculo válido es su mínimo entorno, donde las figuras paternas son superhéroes que saben en todo momento lo que deben hacer y que el miedo absoluto de los padres se transmita permanentemente al hijo. Como consecuencia, creará vínculos desde la dependencia emocional a estos. El hijo siempre esperará su refuerzo o castigo, y planteará cualquier tipo de relación con el mundo bajo ese prisma. En su desarrollo posterior, su autoconcepto se posicionará siempre “dos escalones” por debajo ante cualquier relación, llegando a posiciones extremas que incluso pueden desembocar en reacciones histéricas (si, ya sé que es un término “anticuado”) en el momento en que ese mundo se tambalea.
Cuando el paciente llega a terapia y detectamos esos patrones, intento realizar las siguientes actuaciones:
  1. Por un lado sintomático, desde un punto de vista cognitivo conductual sobre las respuestas normalmente ansioso- depresivas encontradas;
  2. Una segunda labor analítica del  origen de esos esquemas (sumergiéndose en el estudio de las relaciones desde su infancia) para lograr que el paciente los descubra y comprenda (no sé si realmente llamarlo “insight”).
  3.  Realizar un trabajo de búsqueda de la independencia emocional del paciente, analizando sus relaciones actuales, descubriendo los posibles “errores” realizados por su posición dependiente, para que los reconozca tanto en su diálogo interior como en el de los demás. Reforzando esa independencia el paciente se aleja de la posición “victimista” inicial y busca la superación desde su persona, no esperando ser rescatada.
Para terminar, recomendar tres lecturas dirigidas en este sentido:
- "Una base segura" de John Bolwby.
- Y como sugerencia para el trabajo de "trinchera" con los pacientes, dos clásicos de la autoayuda: "Tus zonas erróneas" de Dyer y el "simpático" "¿Quién se ha comido mi queso?" de Spencer Jhonson.De este último hay una versión animada que, a veces, utilizo. Lecturas estas cuyo comentario posterior con el paciente nos permite avanzar en la búsqueda de esa independencia emocional.

jueves, 1 de marzo de 2012

EL DESPERTAR DE I.D.YALOM.

 José Luis Rufo Rodríguez.


Madrid, Casa del Libro. Junio de 2010. Mi buen amigo, y admirado psiquiatra, Manuel Martínez, me recomienda la lectura de un pequeño libro: Mirar al Sol. Le reconozco que no conocía mucho, más bien nada, sobre la obra de su autor Irvin D. Yalom. Me anima a leerlo.

Tras una primera lectura rápida, el libro me pareció bien escrito, honesto, sin pretensión excesiva y fácil de comprender. El autor reflexiona, a través de su experiencia con sus pacientes, sobre el miedo latente a la desaparición, al fin de la existencia, más en si que a la propia muerte. Como decía el genial Woody Allen, al que el propio autor utiliza en este libro: “No es que le tema a la muerte, simplemente no quiero estar allí cuando llegue”.

Hasta ese momento, en pacientes con problemas de ansiedad, la principal intervención ( y todavía la mantengo como primera opción) era trabajar la sintomatología presentada desde un perspectiva prácticamente cognitiva-conductual. Mantengo la necesidad de enseñar al paciente las señales previas a ese estado, la importancia del autorregistro para analizar la ansiedad con respecto a situación e ideación asociados, técnicas de relajación,  replanteamiento de ideas, etc…

Lo curioso es que a partir de esta primera lectura, comencé a denotar en algunos pacientes con problemas de ansiedad generalizada, a pesar incluso de mejorar la sintomatología, el mantenimiento de esos síntomas y el regreso posteriormente a esquemas cognitivos que le posicionaban de nuevo ante la ansiedad y temor generalizados. Al lanzar de forma pausada en terapia, en un contexto donde la confianza terapéutica está asentada, la pregunta: ¿piensas frecuentemente en la muerte,? varios que al principio negaban ese temor, e incluso en las pruebas psicológicas planteadas, como el SCL-90-R (item 59), habían respondido minimizando su importancia (¿negación?), reconocían que mantenían de forma habitual ese pensamiento. En esos casos decidí, aunque manteniendo los ejercicios cognitivos anteriores y animándoles a seguir utilizándolos, centrar las terapias siguientes en este tema. Estos pacientes reconocen en la mera ventilación de tales ideas un importante alivio, no se trata de una “cura absoluta” pero si una suma importante en las mejorías ya conseguidas.

En esta obra hay en mi opinión dos ideas fundamentales: Por un lado “la experiencia del despertar”, un “enfrentamiento con la muerte que acaba por enriquecer la vida” en palabras del propio autor. Muchos conocemos cómo personas con experiencias cercanas a la muerte pierden el temor a la misma, de ahí la importancia de afrontar con el paciente este temor, puesto que su negación provoca un fuerte conflicto.

Por otro lado y dentro de varias ideas que Yalom expone como ayuda terapéutica a superar el miedo a la muerte me quedo con su exposición sobre la belleza de lo transitorio. Utilizando a Freud: “Valoramos más lo que podemos disfrutar de forma transitoria”, por lo que hay que resaltar la importancia de que nuestra paso transitorio perdure mas allá, como las ondas formadas por una piedra al caer en un lago: No habla de fama, simplemente la necesidad de sentirse útil para otras personas, realizarse personalmente en actividades gratificantes para el paciente, …son muestras de estas ondas.

Para concluir y enlazando con el primer articulo, creo que lo expuesto, es un ejemplo de ese eclecticismo, y de la necesidad de utilización de técnicas, visiones y planteamientos de diversas escuelas o movimientos.

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