viernes, 16 de noviembre de 2012

NÁUFRAGOS DEL SISTEMA. (Octubre y Noviembre 2012).


Programa 3-10-12.



Programa 10-10-12. Consumo moderado de alcohol.




Programa 24-10-12. Alcohol y medicamentos.



Programa 31-10-12. Alcohol como droga de inicio.



Programa 7-11-12. Comentamos la desgracia de Madrid Arena. Fiestas y alcohol.






Programa 14-11-12. Alcohol y juventud.















Programa 21-11-12. Riesgos del consumo de cannabis.
















Programa 28-11-12.


COMO ALEJAR A TU HIJO DE LAS DROGAS (2). EL MODELO.

 José Luis Rufo Rodríguez.

Si todo el aprendizaje se realizara exclusivamente a través de condicionamientos con refuerzos y castigos nuestra capacidad sería muy limitada.

En 1974, junto a Walters, Albert Bandura estableció la teoría cognitiva social del aprendizaje, basándolo en el llamado aprendizaje vicario. Este tipo de aprendizaje al que también se le denomina de observación, de modelado o cognitivo social, se basa en una situación social en la que participan como mínimo dos sujetos: el modelo, que realiza la conducta, y el que la observa. En este aprendizaje no existe refuerzo, y se produce por imitación.

Como explica el propio autor: “En todos las culturas, los niños adquieren y modifican patrones complejos de comportamientos, conocimientos y actitudes a través de la observación de los adultos” (…) afortunadamente, la mayor parte de la conducta humana se aprende por observación mediante modelado”.

Este tipo de aprendizaje nos otorga a los padres una gran responsabilidad en la educación y posterior desarrollo de nuestros hijos. No nos sitúa como meros espectadores pasivos en sus vidas y tampoco como exclusivos jueces que dictamos sentencia con castigos y recompensas sin otro tipo de labor. Para que el niño respete la autoridad, también debe percibir lógica en el modelo de sus padres.

-      Hijo mío, fumar es malo…dijo el padre mientras aguantaba el cigarro con la mano….

-      No bebas hijo, el alcohol es dañino…-a la vez que percibe nuestro hijo que lo consumimos de forma habitual y, en muchas ocasiones, en exceso…


Tenemos que ser conscientes que si tenemos un problema de abuso con una sustancia, no sólo estamos realizando una conducta nociva para nuestra salud, sino también influimos en la salud física  (por ejemplo como ocurre con los fumadores pasivos) y emocional de nuestro entorno.

En numerosas ocasiones  padres y madres afectados por adicciones me comentan en consulta cómo en la mejoría personal que significa para ellos la abstinencia de la sustancia, sus hijos pequeños, niños de 3 o 4 años, les hacían sentir como si hubiesen estado en ausencia durante largo tiempo: los niños les piden que estén con ellos, que les cuiden, les preguntan si los quieren y se abrazan a ellos y los besan como si hubieran recuperado algo muy necesario. Es el mejor ejemplo de la necesidad que los niños tienen de sus padres y de lo inseguros que se sienten cuando esas figuras flaquean.

Pero sin llegar al caso extremo en el que una sustancia marca nuestras vidas y la de nuestros hijos, nos debemos plantear si realmente estamos siendo un ejemplo positivo en muchas situaciones para nuestros niños. Sólo es animarse a hacer un poco de autocrítica, todos debemos asumir errores.

No tenemos que obsesionarnos con ser padres perfectos, dioses que nuestros hijos admiren. Basta con ser coherentes, ofrecerles toda la información posible y utilizar nuestras conductas como modelo para que, con su observación, la imiten.

Si un niño observa como su padre es aficionado a la lectura y  su padre le explica por qué lo hace y  el placer que obtiene, le anima a  hacerlo, le acompaña en sus primeros cuentos, le facilita libros adaptados, leen juntos…es más que probable que ese niño acabe teniendo en la lectura una de sus pasiones.


Lo mismo ocurre con cualquier acción, no sólo las positivas…

Si desde el principio acostumbramos a nuestros hijos que la forma de divertirnos se realice exclusivamente a través de una sustancia, como puede ser el alcohol, si el niño observa que en las fiestas su padre se excede con la bebida, su única forma de diversión y de estar con amigos es en bares o acompañados por bebidas alcohólicas…no nos asustemos después cuando con 13 años se marche de botellón. ¿Qué autoridad tendremos para prohibirle que vaya? Si nos escudamos en que “lo hace todo el mundo” o en “bebo lo normal”, sin  otra reflexión, las consecuencias nos estallarán en casa.

El modelo no sólo debe centrarse en el control del consumo de sustancias, aunque sean legales, también en reportarle desde el inicio aficiones, hobbies, en cómo comportarse con los demás, respetar si quieres que te respeten,….

El acompañar a nuestros hijos en los inicios, ofreciéndole nuestra experiencia, nuestros gustos, nuestros pasiones…es una de las actividades más placenteras para un padre….no se trata de que el niño desarrolle exclusivamente los gustos del padre, ni que éste, como muchas veces también ocurre por desgracia, se frustre si el niño no toma exactamente el camino que su padre piensa para él, se trata de que conozca que hay muchas formas de diversión, de refuerzo, que no consisten en la búsqueda del refuerzo inmediato y fácil que nos pueden proporcionar las sustancias psicoactivas.

El modelado paterno es un amplio abanico de acciones, de las que incluso se puede sacar provecho cuando el padre se equivoca. Si nuestro hijo percibe que el padre rectifica, que pide disculpas, le enseñará que la vida es un permanente aprendizaje y que no podemos quedarnos en el camino fácil y sencillo, sino que lo apasionante es descubrir un mundo de experiencias de las que disfrutar por sí mismo, sin ayuda de sustancia alguna.

Obviamente alguien puede argumentar que un problema de drogas no es causa única del quehacer de los padres, esto es, el hijo de la familia tal acabó  consumiendo drogas y sus padres no lo hacían, ni siquiera fumaban tabaco ni bebían alcohol. Ante estos casos he de insistir en que esto no nos puede hacer que no ejerzamos nuestro responsable papel. Claro que después en la vida de una persona influyen otros factores, pero por esa regla de tres pues no enseñemos a nuestros hijos a cruzar la calle, ni a respetar las señales y además que vean que nosotros mientras conducimos o circulamos como peatones no lo hacemos…¡total el día de mañana por mucho que le enseñe puede tener un accidente…! El planteamiento es por sí ridículo. Los padres tenemos la obligación de dar el máximo, independientemente de lo que ocurra después. Es nuestra responsabilidad, y muchos debieran planteársela antes de tener un hijo.

Insisto que en la experiencia profesional diaria (al menos la de un servidor) se reconocen muchas carencias educacionales en los pacientes y que cuando se realiza bien la labor de progenitores se reduce considerablemente el riesgo, no sólo de caer en el mundo de las drogas sino de evitar otros trastornos.

Incluso cuando los padres de jóvenes, que por desgracia comienzan a venir en mayor cantidad a una asociación en la que se lucha contra las drogas, acuden  a consultas y asesoramiento reconocen que independientemente del resultado, aunque normalmente positivo, al menos siempre es tranquilizador saber que estás haciendo todo lo posible.


 Para ello  hay que abandonar la actitud de:

 - a mi nadie me tiene que decir cómo educar a mi hijo…- pues lo siento caballero, siempre se puede mejorar y por supuesto todos cometemos errores susceptibles de cambio.

Tan peligroso es el padre que no hace nada, cómo el que cree saberlo todo y no necesita ayuda.

Todos la necesitamos….



RESUMEN:

-      La mayor parte de la conducta humana se aprende por observación mediante modelado.


-      El modelo no sólo debe centrarse en el control del consumo de sustancias, aunque sean legales, también en reportarle desde el inicio aficiones, hobbies, en cómo comportarse con los demás, respetar si quieres que te respeten.


-       Para que el niño respete la autoridad, también debe percibir lógica en el modelo de sus padres: - Hijo mío, fumar es malo…dijo el padre mientras aguantaba el cigarro con la mano….