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Jose Luis Rufo Rodríguez.
Desde el punto de vista neurobiológico
explicamos, a continuación, el problema de la adicción a las drogas. Dentro de
este marco hay que realizar en primer lugar especial hincapié en la hipótesis de la dopamina[1],
marco básico para explicar cómo un rasgo genético, relacionado con la
alteración de dicho neurotransmisor, puede relacionarse con factores
ambientales para desarrollar el problema de la adicción.
La
adicción a tóxicos se define como la dependencia física o psicofisiológica de una
determinada sustancia química, cuya supresión causa síntomas de deprivación en
el individuo. La hipótesis de la dopamina explica como la adicción a las drogas
estaría relacionada con una alteración genética vinculada con dicho neurotransmisor,
en el sentido de provocar una deficiencia en el sistema de gratificación; la
ineficacia de dicho sistema recompensaría el abuso de sustancias que aumenten
los niveles de dopamina en el cerebro. Las neuronas de los adictos, abocadas a
una anormal y elevada cantidad de dopamina responden defensivamente y reducen
el número de receptores dopaminérgicos. Así se explica por qué los drogadictos
empiezan tomando drogas para sentirse mejor, para luego tener que consumirlas
para evitar la sensación de malestar y necesitan cada vez más sustancia para
lograr el mismo efecto.
En esta línea,
especial mención adquieren los trabajos realizados por los investigadores Volkow
y Li. En su revisión de los nuevos avances de la neurobiología de las
adicciones, pretenden una concienciación a distintos niveles, profesional,
institucional y social de una perspectiva médica de las adicciones, para que
pasen a ser vistas como enfermedades cerebrales crónicas. Presentan para ello
una actualización de los conocimientos neurobiológicos de las adicciones,
planteando que tras el uso crónico de sustancias
se producen unas modificaciones a nivel cerebral de larga duración que
explicarían gran parte de las conductas asociadas a la adicción, como la
compulsividad en el consumo, o la concentración del interés en torno al consumo
con abandono de otras áreas.
Por una parte,
estudios recientes han mostrado que el uso repetido de drogas produce cambios
en el cerebro que permanecen durante largos períodos y limitan el control
voluntario. Esto, unido a los nuevos conocimientos sobre el modo en que los
factores ambientales, genéticos y evolutivos contribuyen a la adicción,
proporciona una base, según los autores, como para modificar el abordaje de la
prevención y el tratamiento de las drogadicciones.
Las manifestaciones
conductuales que ocurren durante la adicción han sido entendidas por muchos
como “elecciones” del individuo adicto, pero estudios de neuroimagen cerebral
recientes han revelado una disrupción subyacente en regiones que son importantes
para los procesos de motivación, recompensa y control inhibitorio. Esto
plantearía la adicción a las drogas como una enfermedad cerebral y el
comportamiento anormal asociado sería resultado de la disfunción del tejido
cerebral. Así, aunque inicialmente la experimentación y el uso recreativo de la
droga es voluntario, una vez se establece la adicción este control se ve
afectado notablemente. No obstante, no todos los adictos experimentan estos
cambios a nivel cerebral lo que plantea la necesidad de más investigación en
este campo.
Para que se
desarrolle la adicción, se requiere la exposición crónica a la sustancia, e
implica interacciones complejas entre los factores biológicos y ambientales.
Esto quizás explique el porqué unos individuos se vuelven adictos y otros no y
el fracaso de modelos puramente biológicos o puramente ambientales a la hora de
intentar comprender estos trastornos.
Recientemente se han
producido importantes descubrimientos sobre el modo en que las drogas afectan a
la expresión genética, a los productos proteicos y a los
circuitos neuronales y sobre cómo dichos factores biológicos pueden afectar al
comportamiento humano.
Dentro de este marco explicativo, haremos a
continuación una descripción mas detallada de estos procesos, diferenciando los
procesos de abuso y adicción a drogas:
a) Neurobiología
de las drogas de abuso. Diversos neurotransmisores se han implicado en los
efectos de las drogas de abuso (GABA, glutamato, acetilcolina, dopamina, serotonina,
o las endorfinas). De éstos, la dopamina se ha asociado de forma consistente
con el efecto de refuerzo de la mayoría de estas drogas. Estas aumentan las
concentraciones de dopamina extracelular en regiones límbicas, incluyendo el
núcleo accumbens. Específicamente, dichos efectos de refuerzo parecen deberse a
su capacidad para sobrepasar la magnitud y la duración de los incrementos
rápidos de dopamina que desencadenan los refuerzos naturales como la comida o
el sexo. Dichas diferencias cuantitativas y cualitativas con respecto al incremento
de dopamina que las drogas inducen explicarían porqué los refuerzos naturales
no conducirían a la adicción. En cuanto a la relación con las drogas, se ha
descubierto que las anfetaminas estimulan la producción de dopamina a nivel
celular, que la cocaína bloquea una enzima denominada DAT cuya función normal
es absorber la dopamina que descargan las neuronas y que la heroína se une al
receptor dopaminérgico y estimula directamente los canales de refuerzo. Por su
parte, la nicotina y el alcohol elevan los niveles de dopamina circulantes y,
por otra parte, se ha identificado un compuesto químico desconocido en los
cigarrillos que aumenta los niveles de dopamina por medio de un bloqueo de la
enzima MAO B. La dopamina no es sólo un químico que transmite señales de
placer, sino que se configura también como la más importante molécula
involucrada en la adicción, desempeñando también un extraordinario papel en el
aprendizaje y la memoria.
Cada vez que un neurotransmisor como la
dopamina llega a una sinapsis, los circuitos que desencadenan un pensamiento,
una motivación o una acción son vía prioritaria en el cerebro. En las
adicciones, la dopamina actúa como un neurotransmisor tan potente que las
personas, objetos, situaciones y lugares en que se consumió la droga quedan
firmemente fijados en la memoria. Se ha demostrado también que, estimulados
mediante el olor a tabaco, los fumadores no pueden controlar la urgencia de
fumar de forma idéntica a como los perros estudiados por Pavlov no podían dejar
de salivar ante el estímulo de comida.
El efecto sobre la
dopamina es directo en algunas drogas (cocaína, anfetamina, éxtasis), mientras
que otras sustancias afectan a neurotransmisores implicados en la regulación de
la dopamina (nicotina, alcohol, opiáceos o marihuana).
Según parece, y a
diferencia de lo que se creía hasta ahora, los incrementos de dopamina no se
relacionan directamente con la recompensa, sino con la predicción de recompensa
y con la “relevancia”. La relevancia se refiere a la capacidad de ciertos
estímulos o cambios ambientales para producir una activación o desencadenar un
cambio atencional-conductual. La relevancia que, añadida a la recompensa, se
aplica a los estímulos aversivos, nuevos e inesperados, afecta a la motivación
para buscar la anticipada recompensa y facilita el aprendizaje condicionado.
Esto proporciona una perspectiva diferente de las drogas, ya que implica que
los incrementos de dopamina inducidos por éstas motivarán inherentemente la
búsqueda de más droga, independientemente de si los efectos de la droga son
conscientemente percibidos como placenteros o no.
Los incrementos de
dopamina inducidos por las drogas facilitan asimismo el aprendizaje
condicionado, de manera que los estímulos neutros que se asocian con la droga
quedan condicionados (por ejemplo encuentros con cierta gente, ciertos lugares
como discotecas, etc.). Una vez condicionados, pueden por sí mismos aumentar la
dopamina y desencadenar el deseo de consumir. Esto puede explicar el riesgo de
las personas con una adicción de recaer cuando se exponen a un entorno en el
que previamente se ha consumido la droga, y englobaría parte de lo que Ingelmo
y cols. han denominado el “contexto drogado” (Ingelmo y cols., 2000).
b) Neurobiología de
la adicción a las drogas. La adicción es probablemente el resultado de
los cambios neurobiológicos asociados con alteraciones crónicas e intermitentes
a niveles suprafisiológicos de los sistemas dopaminérgicos. Volkow y cols.
(Volkow y cols., 2004) creen que las adaptaciones en estos circuitos
dopaminérgicos hacen al adicto más sensible a los picos (incrementos rápidos)
de dopamina que se producen con las drogas de abuso, y menos sensibles a los
incrementos fisiológicos producidos por los refuerzos naturales (comida y
sexo). Estas adaptaciones ocurren tanto a nivel de la fisiología celular
(alteración de factores de trascripción, que regulan la expresión de
determinados genes, algunos en particular implicados en plasticidad de las
sinapsis), como a nivel morfológico en los circuitos cerebrales regulados por
la dopamina. Este cambio morfológico se cree que provoca un aumento en el valor
motivacional de la droga.
Lógicamente, además
de la dopamina, hay cambios a nivel de los neurotransmisores como el glutamato,
el GABA, la serotonina o los opiáceos, que determinan un funcionamiento
alterado de determinados circuitos cerebrales, algunos de los cuales están
implicados en la asignación de relevancia o el control de la inhibición;
alteración que se asocia a conducta compulsiva (corteza orbitofrontal) y
desinhibición (circunvolución anterior del cíngulo). Probablemente estas
alteraciones en regiones frontales del cerebro explicarían el carácter compulsivo de la
administración de la droga en los adictos o en su incapacidad para controlar
las ansias de consumir cuando se encuentran expuestos a la droga.
Por último, no
debemos cerrar este apartado sin tener en cuenta los factores que inciden en la
posibilidad de desarrollar esta enfermedad crónica. Hay factores endógenos y
exógenos que regulan la predisposición individual al consumo de drogas y al
paso del uso al abuso y la adicción. La contribución diferencial de ambos
factores es muy compleja, ya que pueden operar a distintos niveles:
a) Factores endógenos (genéticos): Se estima que entre
el 40-60% de la vulnerabilidad a la adicción se explica por factores genéticos.
Existen datos sobre numerosas regiones cromosómicas asociadas al abuso de
drogas pero sólo unos cuantos genes en humanos que presentan un polimorfismo
donde la presencia de un alelo bien predispone o protege frente a la adicción
entre otras, al alcohol, la nicotina o la codeína. No obstante, la mayoría de
los estudios genéticos están pendientes de ser corroborados mediante la
replicación de los mismos.
b) Factores exógenos (ambientales): Se ha asociado con
la propensión a auto-administrarse drogas el bajo nivel socioeconómico, el
apoyo parental pobre y la disponibilidad de la droga. El estrés puede ser un
factor común en numerosos factores ambientales que incrementan el riesgo de
abusar de drogas, si bien los mecanismos últimos a través de los cuales
ejercería el estrés su influencia no se conocen en detalle.
Existen algunos datos
procedentes de estudios de neuroimagen en animales, donde factores ambientales
modifican el cerebro y estos cambios a su vez, alteran las respuestas
conductuales a las drogas de abuso. Por ejemplo, en primates el estatus social
afecta a la expresión de receptores dopaminérgicos (D2) a nivel cerebral, lo
que a su vez modifica la propensión a la auto-administración de cocaína. Así
los animales con un rol dominante tienen una alta densidad de receptores D2 y
son reacios a administrarse cocaína, y lo contrario en los de rol sumiso. En
estudios con animales, se ha demostrado que el incremento de receptores D2 en
el núcleo accumbens disminuye marcadamente el consumo de drogas. Este mecanismo
se postula como una posible explicación del modo en que los estresores podrían
modificar el riesgo de consumir drogas.
[1] José Angel Macías Fernández, J. F. Pastor, José Antonio Gil Verona, Félix de Paz, Lorena Rami González, Mercedes Barbosa Cachorro, María Antonia Maniega, S. Cañizares AlejosNeurobiología de la adicción
a las drogas de abuso. Revista de neurología, ISSN 0210-0010, Vol. 36, Nº. 4, 2003 , pag. 361.
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