martes, 11 de febrero de 2014

CÓMO ALEJAR A TU HIJO DE LAS DROGAS (7). EL TRABAJO EN CASA

Utilizo en esta entrada un concepto que en mi opinión resulta clave en la educación de nuestros hijos: la INTELIGENCIA EMOCIONAL.

Como ya he comentado es, en mi opinión, tan importante, que no sólo debe inculcarse en la familia sino que creo necesario la implantación en los colegios de horas dedicadas a estos conceptos.

Reconozco que esa idea es más bien utópica, ya que por desgracia los que dirigen la educación de nuestros hijos, sean de la orientación política que sean, hasta el momento, dirigen sus ideas educativas sin un consenso generalizado, sin tener en cuenta las voces de los profesionales y las utilizan más como arma electoral que como herramientas que ayuden a tener una sociedad mejor preparada y más socializada. Para esperar algún tipo de cambio que me lleve a la esperanza, no sólo es necesario centrarse en las materias que deben estudiar los niños, sino también en enseñarles a tolerar la frustración y entender sus emociones.

Espero que nadie entienda ésto como una manera de quitar responsabilidad y trabajo a los padres para dárselas a los maestros. Insisto que el trabajo principal hay que realizarlo en casa pero creo que ofrecer un apoyo desde la escuela, consolidaría el trabajo realizado por los padres.

Por desgracia, preparar a los maestros, actuales y sobre todo futuros en estas lides, contratar a profesionales formados y darles las herramientas necesarias para que puedan trabajar en esta dirección, deben ser muy costosas. Probablemente nuestros dirigentes creen más necesario incluir en el desarrollo curricular de nuestros hijos clases de religión, ciudadanía o dar ordenadores a los niños mientras a los maestros no les ofrecen ni bolígrafos.

Espero que disculpéis mi crítica y me vuelvo a centrar en la necesidad de conocer algunos conceptos de la inteligencia emocional. Antes que nada me gustaría recomendar dos obras, a mi entender fundamentales:

La primera, obviamente, es el libro con el que Goleman convirtió en best-seller el concepto: “Inteligencia Emocional” (1995, editorial Kairos).

La segunda el trabajo de Maurice J. Elias, Steven E. Tobias y Brian S. Friedlander “Educar con inteligencia emocional”.

Esta última es muy recomendable para que nosotros, los  padres, dispongamos de unas muy buenas recomendaciones y directrices a seguir con nuestros hijos.

Una vez realizadas estas recomendaciones, intentaré brevemente insistir en algunas “leyes sagradas” a tener en cuenta:

Tenemos que aprender nosotros y, posteriormente, intentar transmitir a nuestros hijos la importancia de conocer nuestras emociones, entender su función e intentar expresarlas de la manera más adecuada.

Las llamadas emociones básicas – miedo, tristeza, rabia y alegría – tienen su función y se deben plantear estrategias de afrontamiento de las mismas.

Las drogas nos ofrecen una forma de canalizar muchas de esas emociones aunque posteriormente se convertirán en la forma más nociva y dañina para nuestra personalidad de encauzarlas.

Las drogas son un sustitutivo de la comunicación y la búsqueda de refuerzos positivos a largo plazo. Son una vía atractiva y rápida de conseguir efectos beneficiosos.

Si los padres demonizamos a las drogas y nuestros hijos las prueban (que lo harán o estarán muy cerca de ellas) descubrirán su efecto beneficioso y aspirarán a controlarlas.

La comunicación y explicación de esos efectos son esenciales para intentar conseguir que conozcan las sustancias, las respeten (no las teman) y decidan si las utilizan o no. Si el trabajo está bien hecho, creo que  la gran mayoría de menores se alejará de ellas, advertirá sus riesgos y las rechazará.

Dejadme que os proponga un juego:
Es muy sencillo, tiraremos un dado. Si el resultado del mismo es de 1 a 5 ustedes ganan la apuesta y el beneficio será de un euro pero si sale seis perderían cien euros. ¿Aceptarían?

No les niego que si sale de uno a cinco obtendrán ganancias (los efectos positivos de las drogas) pero si sale seis las pérdidas serán inmensas (los efectos negativos de las mismas).

Nunca debemos negar los “beneficios” que una persona obtiene al drogarse. Tenemos que tener claro además que estos beneficios, pueden ser diversos.

El primero de ellos tiene una explicación meramente neuropsicológica: la explicación dopaminérgica como causa de las adicciones.

Intentaré explicarlo de la misma forma que lo hago en mis consultas: las drogas permiten un aumento en la dopamina. Esta dopamina, es un neurotransmisor fundamental en nuestra vida no sólo individual, sino también como especie. La dopamina se relaciona a la obtención de placer por lo que es inseparable a procesos tan importantes como la alimentación y la reproducción. Pero también se puede segregar dopamina, y por lo tanto obtener placer, a través de otras actividades: disfrutar de un paseo, leer un buen libro, ver una buena película, hacer deporte,… tantas como situaciones que se conviertan en placenteras. Es por eso, que las drogas tienen capacidad de atracción: son una vía rápida para facilitar la secreción de dopamina. Y nuestro cerebro aprende esa conexión muy rápidamente.

Imaginaros, por lo tanto, que ocurrirá cuando el cerebro aprende que la droga es la vía más rápida de obtener placer. Buscará ese medio rápido una y otra vez y prestará toda su atención a conseguir esa sustancia. Además dejaremos de buscar otras formas de obtención de placer.

El gran riesgo, hoy en día, es que no se les enseña a los jóvenes que existen otras formas estupendas y más placenteras de conseguir dopamina.

Pero eso implica un trabajo, sobre todo de los padres, y el entorno del niño, que son los que con su ejemplo y enseñanza pueden inculcar desde el principio esas aficiones que son fundamentales para “salvar” a nuestros hijos. El deporte y la cultura pueden ser unas herramientas básicas.

Además, estas prácticas nos pueden ayudar a disminuir otro de los atractivos de las drogas, su componente “socializador”. Tenemos que entender que las drogas legales tienen ese beneficio, pero también las ilegales pueden tenerlo si el grupo donde se mueven sus hijo las utiliza.

Ese exagerado componente socializador se nos inculca permanentemente y además está mitificado en nuestra sociedad, pero no es un efecto que podamos negar. Es más en muchas ocasiones se consigue penalizando a aquellos que no las consumen. Calificamos como bichos raros al que no fuma o no bebe. Si negamos esta realidad nos pegaríamos de bruces contra la experiencia que nuestros hijos experimentan en su entorno.

Dicho esto, ¿qué podemos hacer entonces?

Os insistiré en dos recomendaciones que tenemos que trabajar con nuestros hijos desde muy pequeños y continuar trabajando en la adolescencia.


1.   Comunicación,comunicación, comunicación.

Desde pequeños hay que trabajar este concepto. Tenemos que enseñarles a expresarse. Tenemos que entender que nuestras emociones son básicas y tienen su función, pero hay que saber controlarlas y expresarlas de la forma más correcta.

Para ello el refuerzo y castigo utilizados de forma coherente (ver capítulo 3) nos ayudaran a ello.

Hablar con nuestros hijos, saber qué piensan, qué les gusta, cuáles son sus amigos, hablar con sus profesores, conocer a los padres de sus amigos…es parte de nuestra función como padres. No conviertas a tu hijo en un extraño, hazle partícipe de tu mundo, haz que sea cercano.


2.   Enseñarles formas de canalizar la frustración.

¿Qué ocurre cuando nos sentimos frustrados y nos enfadamos?

Si no ponemos un STOP, mostraremos nuestro enfado de forma diversas: gestos, gritos e incluso podemos llegar a agresiones verbales y físicas.

En los últimos años todos observamos como nuestros jóvenes recurren cada vez más a menudo a este tipo de acciones. Nos ponemos las manos en la cabeza cuando escuchamos noticias de agresiones de menores, alguna de ellas brutales. Recuerdo, al hablar de ello, que el juez de menores Don Emilio Calatayud, comenta, cuando tenemos el placer de que acuda a nuestro centro, cómo cada vez son más frecuentes las agresiones de menores hacia sus padres y por consiguiente las denuncias de éstos.

El equipo de ARCA-CÁDIZ con el juez de menores D.Emilio Calatayud en las jornadas dedicadas a Alcohol y juventud celebradas en 2012.


¿Qué está fallando?

Sinceramente creo que no es más que la consecuencia de una sociedad que ha optado por no poner freno de ningún tipo a estas acciones y que no se ha interesado en trabajar desde niños esas reacciones. La única solución que le hemos dado es la punitiva, el castigo pero sin fuerza, con consecuencias injustas tanto para agresores como para agredidos.

Cómo tantas cosas en este país se preparan leyes, como la Ley del menor, sin dotarla de los medios suficientes, ni los profesionales adecuados, ni preparados para llevarla a cabo.

Tampoco se prepara a la sociedad para ello, ni a los medios de comunicación, por lo que la revisión se hace de la misma es a base de titulares y noticias escandalosas.

Que nadie entienda que hay por mi parte  una defensa de una ley con fallos evidentes, aunque no por eso podemos pasar al radicalismo extremo propio de los populismos.

Quizás la solución habría que ponerla antes de la aplicación de una ley punitiva. La actuación debe ser anterior. Lo que está ocurriendo solamente es el reflejo de una sociedad centrada en el ego personal de cada uno al que le llegan frustraciones permanentemente las cuales, si me permitís la expresión, "calientan a la bestia personal hasta hacerla explotar".

Ahí es donde actúa la inteligencia emocional y, en mi opinión, no pasaría nada por extender su fácil aplicación a la enseñanza familiar y escolar.

Pero ya que lo del medio escolar parece un bonito sueño, ¿cómo trabajamos los padres ante esta situación?

Para intentar responderos, recapitularé como despedida algunos consejos, aplicables a niños pequeños y adolescentes por igual:



a)   No prohibirles la expresión de sus sentimientos, pero si aleccionarles a hacerlo en el modo más correcto. Claro que hay derecho a expresar la rabia, la indignación, el enfado pero no permitir que lo acompañe de rabietas, golpes, amenazas: “No entrar en el juego”.

b)   El juego, la actividad son fundamentales a la hora  de sacar energía, nervios. El deporte, el baile, el teatro…son actividades que, inculcadas desde la infancia, enseñan a los pequeños otras formas de “subidón”, de emoción (en definitiva de obtener dopamina) geniales, sanas y muy beneficiosas para la salud física y mental de nuestros hijos.

c)   Alejarlos por lo tanto de una vida pasiva, en la que la recompensa acude rápida.


d)   No olvidar la importancia del modelo, por lo que tenemos que enseñarles estos ejemplos con nuestra conducta, no sólo con nuestra voz. Los padres que encuentran en otras actividades formas de expresión, están alejando a sus hijos de la “vía rápida a las drogas”. Amar el deporte, practicarlo, amar el cine, el teatro, la danza, la lectura es una forma maravillosa de acercarnos a nuestros hijos.


e)  Olvidarnos del “poli bueno o poli malo”. Los castigos y refuerzos deben ser elegidos por ambos, sin fisuras. Intentar evitar discutir delante de los niños. HAY QUE ESTABLECER NORMAS Y LÍMITES.

f)    No ofrecerles todas las recompensas a la vez. Debe ilusionarse, no esperar todo de golpe.

g)   UN ACTO CONLLEVA UNA CONSECUENCIA. Si se comportan mal y no hay consecuencias aprenden a que esa acción puede repetirse. Si tengo una rabieta, o llego tarde a casa y no pasa nada, allanamos el camino para acercar a nuestros hijos al egocentrismo.


h)   Cuando nos equivoquemos, y os anuncio que serán bastantes veces, no centrarnos en el egocentrismo tan dañino de ocultar errores para que el niño obtenga la figura de padres ideales y perfectos. Os insisto, es un mito imposible de mantener y cuando dicho mito se derrumba, las reacciones pueden ser muy peligrosas. Hay que hablar con nuestros hijos, sobre todo conforme se van haciendo mayores, hacerles ver nuestros errores y por qué se han cometido. NO LES HAGAMOS CREER QUE EXISTE LA PERFECCIÓN. Les repito, estoy cansado de hombres y mujeres en consulta de adicciones esperando entender por qué su padre perfecto no les entendía, y por qué ellos no lo son.


i)     LA MAYOR RECOMPENSA PARA UN NIÑO ES QUE SUS PADRES PASEN TIEMPO CON ÉL. Conforme crecen respetar su intimidad, lo cual no significa despegarnos de su vida, no conocerlos o  no participar de ellos ni de su entorno. Tampoco convertirnos en un "colega" más de nuestros hijos.


La puesta en práctica de todos estos consejos no asegurarán al cien por cien que nuestros hijos eviten introducir sus vidas en el peligroso mundo de las drogas. No os puedo prometer eso, sería una locura.

Las drogas están ahí, existen, han existido y existirán y probablemente sea inherente a la vida de nuestra especie. No hay que alarmarse por ello, ni pedir una prohibición absoluta, como el padre que dirige por su cuenta y solo se muestra a través del castigo férreo sin explicación: “porque yo sé mejor que nadie lo que es mejor para mi hijo”.


Es mucho mejor el conocimiento, la información, la inteligencia emocional, en definitiva “no hacer lo que no quieres que te hagan a tí”, “respetar y que respetemos”. Con ello lo que si os garantizo es que vuestro trabajo estará realizado y la probabilidad de una adicción se reducirá considerablemente.

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