José Luis Rufo Rodríguez.
Si todo el aprendizaje se realizara exclusivamente
a través de condicionamientos con refuerzos y castigos nuestra capacidad sería
muy limitada.
En 1974, junto a Walters, Albert Bandura estableció
la teoría cognitiva social del aprendizaje, basándolo en el llamado aprendizaje
vicario. Este tipo de aprendizaje al que también se le denomina de observación,
de modelado o cognitivo social, se basa en una situación social en la que
participan como mínimo dos sujetos: el modelo, que realiza la conducta, y el
que la observa. En este aprendizaje no existe refuerzo, y se produce por imitación.
Como explica el propio autor: “En todos las
culturas, los niños adquieren y modifican patrones complejos de
comportamientos, conocimientos y actitudes a través de la observación de los adultos”
(…) afortunadamente, la mayor parte de la conducta humana se aprende por
observación mediante modelado”.
Este tipo de aprendizaje nos otorga a los padres
una gran responsabilidad en la educación y posterior desarrollo de nuestros
hijos. No nos sitúa como meros espectadores pasivos en sus vidas y tampoco como
exclusivos jueces que dictamos sentencia con castigos y recompensas sin otro
tipo de labor. Para que el niño respete la autoridad, también debe percibir
lógica en el modelo de sus padres.
-
Hijo mío, fumar es malo…dijo el padre mientras
aguantaba el cigarro con la mano….
-
No bebas hijo, el alcohol es dañino…-a la vez que
percibe nuestro hijo que lo consumimos de forma habitual y, en muchas ocasiones,
en exceso…
Tenemos que ser conscientes que si tenemos un
problema de abuso con una sustancia, no sólo estamos realizando una conducta
nociva para nuestra salud, sino también influimos en la salud física (por ejemplo como ocurre con los fumadores
pasivos) y emocional de nuestro entorno.
En numerosas ocasiones padres y madres afectados por adicciones me
comentan en consulta cómo en la mejoría personal que significa para ellos la
abstinencia de la sustancia, sus hijos pequeños, niños de 3 o 4 años, les
hacían sentir como si hubiesen estado en ausencia durante largo tiempo: los
niños les piden que estén con ellos, que les cuiden, les preguntan si los
quieren y se abrazan a ellos y los besan como si hubieran recuperado algo muy
necesario. Es el mejor ejemplo de la necesidad que los niños tienen de sus
padres y de lo inseguros que se sienten cuando esas figuras flaquean.
Pero sin llegar al caso extremo en el que una
sustancia marca nuestras vidas y la de nuestros hijos, nos debemos plantear si
realmente estamos siendo un ejemplo positivo en muchas situaciones para
nuestros niños. Sólo es animarse a hacer un poco de autocrítica, todos debemos
asumir errores.
No tenemos que obsesionarnos con ser padres
perfectos, dioses que nuestros hijos admiren. Basta con ser coherentes,
ofrecerles toda la información posible y utilizar nuestras conductas como
modelo para que, con su observación, la imiten.
Si un niño observa como su padre es aficionado a la
lectura y su padre le explica por qué lo
hace y el placer que obtiene, le anima
a hacerlo, le acompaña en sus primeros
cuentos, le facilita libros adaptados, leen juntos…es más que probable que ese
niño acabe teniendo en la lectura una de sus pasiones.
Lo mismo ocurre con cualquier acción, no sólo las
positivas…
Si desde el principio acostumbramos a nuestros
hijos que la forma de divertirnos se realice exclusivamente a través de una
sustancia, como puede ser el alcohol, si el niño observa que en las fiestas su
padre se excede con la bebida, su única forma de diversión y de estar con amigos
es en bares o acompañados por bebidas alcohólicas…no nos asustemos después
cuando con 13 años se marche de botellón. ¿Qué autoridad tendremos para
prohibirle que vaya? Si nos escudamos en que “lo hace todo el mundo” o en “bebo
lo normal”, sin otra reflexión, las
consecuencias nos estallarán en casa.
El modelo no sólo debe centrarse en el control del
consumo de sustancias, aunque sean legales, también en reportarle desde el
inicio aficiones, hobbies, en cómo comportarse con los demás, respetar si
quieres que te respeten,….
El acompañar a nuestros hijos en los inicios,
ofreciéndole nuestra experiencia, nuestros gustos, nuestros pasiones…es una de
las actividades más placenteras para un padre….no se trata de que el niño
desarrolle exclusivamente los gustos del padre, ni que éste, como muchas veces
también ocurre por desgracia, se frustre si el niño no toma exactamente el
camino que su padre piensa para él, se trata de que conozca que hay muchas
formas de diversión, de refuerzo, que no consisten en la búsqueda del refuerzo
inmediato y fácil que nos pueden proporcionar las sustancias psicoactivas.
El modelado paterno es un amplio abanico de
acciones, de las que incluso se puede sacar provecho cuando el padre se
equivoca. Si nuestro hijo percibe que el padre rectifica, que pide disculpas,
le enseñará que la vida es un permanente aprendizaje y que no podemos quedarnos
en el camino fácil y sencillo, sino que lo apasionante es descubrir un mundo de
experiencias de las que disfrutar por sí mismo, sin ayuda de sustancia alguna.
Obviamente alguien puede argumentar que un problema
de drogas no es causa única del quehacer de los padres, esto es, el hijo de la
familia tal acabó consumiendo drogas y
sus padres no lo hacían, ni siquiera fumaban tabaco ni bebían alcohol. Ante estos
casos he de insistir en que esto no nos puede hacer que no ejerzamos nuestro
responsable papel. Claro que después en la vida de una persona influyen otros
factores, pero por esa regla de tres pues no enseñemos a nuestros hijos a
cruzar la calle, ni a respetar las señales y además que vean que nosotros
mientras conducimos o circulamos como peatones no lo hacemos…¡total el día de
mañana por mucho que le enseñe puede tener un accidente…! El planteamiento es
por sí ridículo. Los padres tenemos la obligación de dar el máximo,
independientemente de lo que ocurra después. Es nuestra responsabilidad, y
muchos debieran planteársela antes de tener un hijo.
Insisto que en la experiencia profesional diaria
(al menos la de un servidor) se reconocen muchas carencias educacionales en los
pacientes y que cuando se realiza bien la labor de progenitores se reduce
considerablemente el riesgo, no sólo de caer en el mundo de las drogas sino de
evitar otros trastornos.
Incluso cuando los padres de jóvenes, que por
desgracia comienzan a venir en mayor cantidad a una asociación en la que se
lucha contra las drogas, acuden a consultas
y asesoramiento reconocen que independientemente del resultado, aunque
normalmente positivo, al menos siempre es tranquilizador saber que estás haciendo
todo lo posible.
Para
ello hay que abandonar la actitud de:
- a mi nadie
me tiene que decir cómo educar a mi hijo…- pues lo siento caballero, siempre se
puede mejorar y por supuesto todos cometemos errores susceptibles de cambio.
Tan peligroso es el padre que no hace nada, cómo el
que cree saberlo todo y no necesita ayuda.
Todos la necesitamos….
RESUMEN:
-
La mayor
parte de la conducta humana se aprende por observación mediante modelado.
-
El modelo
no sólo debe centrarse en el control del consumo de sustancias, aunque sean
legales, también en reportarle desde el inicio aficiones, hobbies, en cómo
comportarse con los demás, respetar si quieres que te respeten.
-
Para que el niño respete la autoridad, también
debe percibir lógica en el modelo de sus padres: - Hijo mío, fumar es malo…dijo
el padre mientras aguantaba el cigarro con la mano….
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