José Luis Rufo Rodríguez.
También podemos utilizar las recompensas simbólicas. Este método es muy utilizado en psicología infantil (por ejemplo con fichas o pegatinas que el niño podrá cambiar por actividades o pequeñas recompensas). En mi modesta opinión, con adolescentes es poco válido en un ambiente familiar, además de que los trataríamos como infantiles, pero precisamente en edades tempranas puede resultar efectivo.
Dos términos comúnmente utilizados por el
conductismo nos pueden ayudar en nuestra tarea. La palabra castigo, desvirtuada
por extremistas de lo “progre”, es una herramienta fundamental en la educación
de un hijo y destinada a que un comportamiento disminuya la posibilidad de su
repetición. Todo acto debe tener su consecuencia, de lo contrario ocurrirán
situaciones tan peligrosas cómo con las que nos encontramos hoy en día en
muchas familias y escuelas: el niño no teme las consecuencias de sus actos y
establece una relación de superioridad ante la carencia de autoridad.
Dos palabras que para algunos serán impronunciables, presa de su
estupidez: autoridad y castigo, ¡qué aberración!
Definamos el término castigo con precisión. Para ello
utilizaremos el diccionario de la RAE:
(De castigar).
3.
m. Chile.
Acción y efecto de castigar (‖
aminorar
gastos).
En ningún momento se habla de agresiones físicas,
insultos o cualquier otro término agresivo. Por el contrario sí incluye las
acciones de corrección, aviso, advertencia y… ¡oh qué curioso!: ENSEÑANZA.
La combinación de castigo- refuerzos es primordial
en nuestra labor. Desde el inicio de la relación el niño necesita esa autoridad
“protectora” de sus padres que le aporte seguridad. Si somos indiscriminados en
los castigos y refuerzos esa visión de autoridad se perderá. Se puede castigar
mucho y no tener autoridad alguna sobre nuestros hijos, lo cual es
absolutamente inútil. Obviamente ocurre lo mismo al revés: se puede reforzar
mucho y que el niño no alcance el respeto y aprecio por la figura de sus
padres, además de convertir ese refuerzo en una demanda obligatoria que el hijo
reclamará para hacer cualquier acción.
Todo requiere mucha más coherencia y sentido común.
Nos encontramos en una sociedad excesivamente permisiva y que disculpa en el
entorno familiar y académico los actos del niño: padres que desautorizan a los
profesores, niños que desautorizan a los padres…en definitiva, un sinsentido…y
todo en aras de una ridícula visión de la libertad de expresión y miedo a “traumatizar”
a la pobre criatura. La mejor forma de traumatizar a un hijo es no cumplir con
nuestras obligaciones como padres.
Hemos llegado a normalizar situaciones como los
macrobotellones donde una gran multitud de jóvenes tienen el derecho de
concentrarse donde quieran, beber sin control, provocar actos vandálicos y
cuidado con controlarlos porque estaríamos ante una represión propia de épocas
dictatoriales. Lo más lamentable de todo ello, es que somos los adultos los
responsables de haber obligado a nuestra juventud a estas ideas. Nada más lejos
de mi intención que criminalizar a la gente joven, probablemente porque la mayoría
de ellos pertenezcan a la generación más solidaria y bondadosa de las últimas
épocas. Curiosamente esa misma juventud, responde muy positivamente cuando se
le ofrecen otras alternativas de ocio y diversión: sirva de ejemplo cualquier
reunión de temática mal llamada friki, como salones del cómic o salones manga.
Me gustaría que realmente la gente conociera cómo se reúnen una gran cantidad
de jóvenes en estos salones con el único objetivo de divertirse, además de ser
una forma cultural, y sin provocar desórdenes ni altercados públicos. Rara vez
se encontrará usted con botellas de alcohol y otras sustancias en estas
situaciones….Pero claro, eso exige esfuerzo: esfuerzo institucional, que cuando
quiere pone en marcha estos proyectos y después los hace desaparecer sin
sentido alguno. Mi ciudad, Cádiz, ha sido un ejemplo de que cuando hay voluntad
se realizan estas actividades…¿por qué no se siguen realizando los fines de
semana alternativos con pabellones abiertos para realizar deporte, salones
culturales, actividades de manualidades, cine-fórum, discotecas sin alcohol…?
¿qué interés existe en que esto no se lleve a cabo? Probablemente la mano de
ciertos sectores empresariales sea más alargada de lo que realmente pensamos… ¡Lástima!
Ante esta falta de recursos, somos los padres los
que tenemos que doblegar nuestros esfuerzos: no podemos normalizar situaciones
como el hecho de que nuestro hijo menor llegue alcoholizado a casa. El número
de padres que en consulta explica que no creen que sus hijos hagan nada extraño
ni peligroso, por beber alcohol e incluso en alguna ocasión se excedan, es alarmante. La
primera reflexión es que probablemente ellos también lo hagan, la segunda es
que cuando quieren remediarlo optan por el castigo sin sentido, desmedido y sin
autoridad alguna.
A los adolescentes hay que acompañarlos, estar pendientes
de su regreso a casa, recogerlos y comprobar su estado. No debe haber miedo a
preguntar a nuestros hijos con quién están, y conocer a sus amigos y a los
padres de estos.
Hay que delimitar las condiciones de salida,
establecer horarios razonables, hacer el esfuerzo de ir a recogerlos. Si estas
premisas no se cumplen debe haber una consecuencia que precisamente afecte a
futuras salidas. Si llegas tarde, obviamente no podrás salir la próxima vez. Y
si llega en mal estado la respuesta debe ser más significativa, así como
conocer las circunstancias de cómo se ha producido.
Conocer bien el grupo de amistades de nuestros
hijos es fundamental. Esto no significa inmiscuirse en su privacidad.
La forma de poner el castigo, debe hacerse con
firmeza pero sin histrionismos. No hablamos de gritos, ni situaciones
histéricas de persecución, control y
registro. No somos policías, somos padres. Y si estamos atentos a nuestros
hijos, las señales del consumo de drogas son tan evidentes que no hacen falta
registros de bolsos. Llegar tarde sistemáticamente, reacciones de desprecio, cambios
bruscos de humor, no cumplir con sus obligaciones, mal aspecto, ausencia de
aficiones y hobbies, el conocer a sus amistades... nos puede dar pistas sobre el
posible consumo de drogas de nuestros hijos. Y sobre todo hablar claramente del
tema con ellos, sin mitos absurdos, saber qué opinan sobre ellas, preguntar si
en su entorno cercano se consume y aconsejarles qué hacer cuando se enfrenten a
ellas. En capítulos posteriores comentaremos cómo hacerlo.
Explicadas las razones de por qué se realiza, hay
que mantener el castigo hasta el final de lo propuesto.
Centrémonos ahora en la otra herramienta
fundamental: el refuerzo. Éste no puede ser entendido exclusivamente como el
premio por una acción positiva.
El premio por un comportamiento global también es
importante y al igual que el castigo debe estar explicado de antemano. Pero el
refuerzo es un opción que también podemos utilizar sin previo aviso (aunque no de
forma repetitiva porque perdería esa validez) cuando creemos que la conducta de
nuestro hijo merece ser recompensada. También hay que insistir en acciones que el niño debe empezar a realizar sin esperar grandes gratificaciones,
como por ejemplo su responsabilidad en el estudio, y explicarles donde está la verdadera
motivación de realizarlas.
Hay que dejar bien claro que el resultado no es el
único indicativo para ser gratificado, el esfuerzo debe ser premiado.
Entre las recompensas a utilizar podemos encontrar:
Recompensas de carácter social y afectivo. El concepto refuerzo en nuestra tarea de padres es mucho más amplio que el comprar algo material. Reforzar también es estar con nuestros hijos, esforzarnos en comunicarnos con ellos, hacer actividades juntos, conocer sus gustos e incentivarles otros nuevos. El levantarse un domingo por la mañana para realizar una actividad que a nuestro hijo le guste: como practicar un deporte, ir al cine, ver un partido de fútbol, realizar una excursión… todo ello es también un refuerzo necesario.
Entre las recompensas a utilizar podemos encontrar:
Recompensas de carácter social y afectivo. El concepto refuerzo en nuestra tarea de padres es mucho más amplio que el comprar algo material. Reforzar también es estar con nuestros hijos, esforzarnos en comunicarnos con ellos, hacer actividades juntos, conocer sus gustos e incentivarles otros nuevos. El levantarse un domingo por la mañana para realizar una actividad que a nuestro hijo le guste: como practicar un deporte, ir al cine, ver un partido de fútbol, realizar una excursión… todo ello es también un refuerzo necesario.
También podemos utilizar las recompensas simbólicas. Este método es muy utilizado en psicología infantil (por ejemplo con fichas o pegatinas que el niño podrá cambiar por actividades o pequeñas recompensas). En mi modesta opinión, con adolescentes es poco válido en un ambiente familiar, además de que los trataríamos como infantiles, pero precisamente en edades tempranas puede resultar efectivo.
Por último, las recompensas tangibles, materiales son lamentablemente las más
utilizadas por muchos padres, por su facilidad y el poco compromiso que exige
de ellos. Normalmente consisten en regalos o gratificaciones monetarias. Estas
recompensas, insisto, deben ser las menos utilizadas, sólo en situaciones muy
especiales. Recuerdo el caso de una
madre que me comentaba en consulta lo siguiente: ¿Puedo comprar a mi hijo el
último juego de la videoconsola (valorado en no pocos euros) ya que llegó ayer
a su hora? Espero que tras leer esto podamos comprender cuál debe ser la
respuesta.
RESUMEN:
-
Los
términos refuerzos, castigos y autoridad son necesarios y fundamentales en la
educación de nuestros hijos.
-
No
podemos normalizar situaciones de consumo y/o abuso de drogas legales de nuestros
hijos, por la absurda justificación de que se comportan como cualquier joven de
su edad.
-
Tenemos
la obligación como padres de conocer el entorno y amistades en que se mueven
nuestros hijos.
-
El
castigo y el refuerzo jamás deben ser arbitrarios, deben explicarse y adelantar
en qué situaciones llegarán.